Perdona

Pobre de mí, mi conciencia me acusa sin cesar y la verdad no me puede excusar diciendo: no sabía lo que se hacía. Perdona, pues, Señor, al precio de tu preciosa sangre, todos los pecados en los que he caído, consciente o inconscientemente. Sí, Señor, verdaderamente he pecado, y voluntariamente, y mucho. Después de haber recibido el conocimiento de tu verdad, he ofendido al Espíritu de gracia

Guillermo de Saint-Thierry

Deja una respuesta