Arenas movedizas

«Pero y ¿la alegría y el ansia de vivir? Supongo que puede describirse de la siguiente manera: un niño jugando. Totalmente inmerso en el juego y en sus pensamientos. Y está cantando. Una cancioncilla sin letra.
El tiempo se ha detenido. No existe. Mirar hacia fuera y mirar hacia dentro es lo mismo.
El niño juga y canturrea. La vida es perfecta.»
Henning Mankell, Arenas movedizas
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En las incertidumbres

Entre tantas incertidumbres, con todo, una cosa es cierta: si dejamos morir lo gratuito, si renunciamos a la fuerza generadora de lo inútil, si escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio, sólo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria que, extraviada, acabará por perder el sentido de sí mismo y de la vida. Y en ese momento, cuando la desertificación del espíritu nos haya ya agostado, será en verdad difícil de imaginar que el ignorante ‘homo sapiens’ pueda desempeñar todavía un papel en la tarea de hacer más humana la humanidad».

Nuccio Ordine

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La utilidad de lo inútil

En momentos de crisis económicas, cuando las tentaciones del utilitarismo y del más siniestro egoísmo parecer ser la única estrella y la única ancla de salvación, es necesario entender que las actividades que no sirven para nada podrían ayudarnos a escapar de la prisión,  a salvarnos de la asfixia, a transformar una vida plana, una no-vida, en una vida fluida y dinámica, una vida orientada por la curiosidad respecto al espíritu y las cosas humanas

Nuccio Ordine, La utilidad de lo inútil, Manifiesto

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Tiempo de contemplación

Mirad las personas que corren afanosas por las calles….El hombre moderno, universal, es el hombre apurado, no tiene tiempo, es prisionero de la necesidad, no comprende que algo pueda no ser útil; no comprende tampoco que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil, agobiante. Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte. Y un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots , un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu.

E. Ionesco

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Lo bello

….¿Para qué sirve esto? Sirve para ser bello. ¿No es suficiente?: como las flores, como los perfumes, como los pájaros, como todo aquello que el hombre no ha podido desviar y depravar a su servicio. …..Nada de lo que es bello es indispensable para la vida. Si se suprimieran las flores, el mundo no sufriría materialmente ; y no obstante, ¿quién querría que no hubiera más flores?…

T. Gautier

juan ballester

Foto Juan Ballester. Blog Murciaútil

Simplicidad

 Con su terrible sentido práctico, ella  (Úrsula) no podía entender el negocio del coronel, que cambiaba los pescaditos por monedas de oro, y luego convertía las monedas de oro en pescaditos, y así sucesivamente, de modo que tenía que trabajar cada vez más a medida que más vendía, para satisfacer un círculo vicioso exasperante. En verdad, lo que le interesaba a él no era el negocio sino el trabajo. Le hacía falta tanta concentración para engarzar escamas, incrustar minúsculos rubíes en los ojos, laminar agallas y montar timones, que no le quedaba un solo vacío para llenarlo con la desilusión de la guerra. Tan absorbente era la atención que le exigía el preciosismo de su artesanía, que en poco tiempo envejeció más que en todos los años de guerra, y la posición le torció la espina dorsal y la milimetría le desgastó la vista, pero la concentración implacable lo premió con la paz del espíritu.

(El coronel Aureliano Buendía) había tenido que promover 32 guerras, y violar todos sus pactos con la muerte y revolcarse como un cerdo en el muladar de la gloria, para descubrir con casi cuarenta años de retraso los privilegios de la simplicidad»
Cien años de soledad, GGM

aureliano buendía

Amor hermoso

Algunos hay tan tomados del amor de Dios, que, apenas han comenzado a pensar en Él, cuando luego la memoria de su dulce nombre les derrite las entrañas, los cuales tienen tan poca necesidad de discursos y consideraciones para amarle, como la madre o la esposa para regalarse con la memoria de su hijo o esposo, cuando le hablan de él; y otros que no sólo en el ejercicio de la oración, sino fuera de él, andan tan absortos y tan empapados en Dios, que de todas las cosas y de sí mismos se olvidan por Él, porque si esto puede muchas veces el amor furioso de un perdido, ¿cuánto más lo podrá el amor de aquella infinita hermosura…?

San Pedro de Alcántara

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