En este libro quisiera ver a Dios por doquier. No hay nada profano, si hay ojos para ver.»
Teillard de Chardin, introducción al Medio Divino
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Valor
En el silencio
la oración encuentra su fuente en el silencio y la paz interior; es ahí donde se manifiesta la gloria de Dios. Porque, cuando cerremos los ojos y los oídos, cuando nos encontremos en presencia de Dios, cuando, liberados de la agitación del mundo exterior, estemos dentro de nosotros mismos, entonces veremos claramente en nuestras almas el reino de Dios. Porque el reino de los cielos está en nosotros mismos: es Jesús, nuestro Señor, quien nos lo dijo.»
San Juan Damasceno
Cómo rezar
«Debemos considerar para qué y cómo debemos rezar. Cuando el hombre quiere entregarse a la oración debe, ante todo, volver su corazón al interior, recordarle los desórdenes en los que se extraviaba, y entonces caer con gran humildad a los pies del Señor y pedirle generosamente limosna; llamar a la puerta de l corazón del Padre y menigar su pan, es decir, su amor. Luego debemos rogar a Dios que nos conceda y nos enseñe a pedir aquello que más le place de nuestra oración»
Juan Taulero
El reposa en la hermosura
A la gloria de Dios se alzan las torres,
a su gloria los álamos,
a su gloria los cielos,
y las aguas descansan a su gloria.El tiempo se recoge;
desarrolla lo eterno sus entrañas;
se lavan los cuidados y congojas
en las aguas inmobles,
en los inmobles álamos,
en las torres pintadas en el cielo,
mar de altos mundos.El reposa en la hermosura
del corazón de Dios, que así nos abre
tesoros de su gloria.Nada deseo,
mi voluntad descansa,
mi voluntad reclina
de Dios en el regazo su cabeza
y duerme y sueña…;
sueña, en descanso,
toda aquesta visión de esta hermosura.Miguel de Unamuno
Te canto
Hoy te canto esta canción, Señor, my darling
Cuando la noche ha llegado
Y la tierra está oscura
Y la luna es la única luz que veremos
No, yo no tendré miedo
No, yo no tendré miedo
Mientras tu estés, estés conmigo
Y cariño, cariño, quédate conmigo
Oh, quédate conmigo
Oh, quédate, quédate conmigo,
quédate conmigo
Si el cielo que vemos arriba
Se derrumbara y cayera
O la montaña se desmoronase hacia el mar
No, yo no tendré miedo
No, yo no tendré miedo
Mientras tu estés, estés conmigo,
estés conmigo
Y cariño, cariño, quédate conmigo
Oh, quédate conmigo
Oh, quédate, quédate conmigo,
quédate conmigo.
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Nuestra paz
Ha acampado
Beato Pablo VI
No preferir nunca la vida a lo que da sentido a la vida»
Pablo VI será proclamado beato hoy en Roma
Aposento
Además, también se nos enseña que conviene orar en todas partes: así lo afirma el Salvador, cuando dice, hablando de la oración: Entra en tu aposento. Pero, entiéndelo bien, no se trata de un aposento rodeado de paredes, en el cual tu cuerpo se encuentra como encerrado, sino más bien de aquella habitación que hay en tu mismo interior, en la cual habitan tus pensamientos y moran tus deseos. Este aposento para la oración va contigo a todas partes, y en todo lugar donde te encuentres continúa siendo un lugar secreto, cuyo solo y único árbitro es Dios.
San Ambrosio
Perdonad
te amonesta también el Señor a que pongas el máximo interés en perdonar a los demás cuando tú pides perdón de tus propias culpas; con ello, tu oración se hace recomendable por tus obras. El Apóstol afirma, además, que se ha de orar alejando primero las controversias y la ira, para que así la oración se vea acompañada de la paz del espíritu y no se entremezcle con sentimientos ajenos a la plegaria.
San Ambrosio
Orar con intensidad
Con esto el Señor Jesús en su enseñanza divina te mostró, por una parte, la bondad de Dios Padre y, por otra, te insinuó la conveniencia de orar con intensidad y frecuencia: te mostró la bondad del Padre, haciéndote ver cómo complace en darnos sus bienes, para que con ello aprendas a pedir bienes al que es el mismo bien; te mostró la conveniencia de orar con intensidad y frecuencia, no para que tú repitas sin cesar y mecánicamente fórmulas de oración, sino para que adquieras el espíritu de orar asiduamente. Porque, con frecuencia, las largas oraciones van acompañadas de vanagloria, y la oración continuamente interrumpida tiene como compañera la desidia.
San Ambrosio