Oración por los refugiados

Dios de Misericordia,
te pedimos por todos los hombres, mujeres y niños
que han muerto después de haber dejado su tierra,
buscando una vida mejor.

Aunque muchas de sus tumbas no tienen nombre,
para ti cada uno es conocido, amado y predilecto.

Que jamás los olvidemos,
sino que honremos su sacrificio con obras más que con palabras.

Te confiamos a quienes han realizado este viaje,
afrontando el miedo, la incertidumbre y la humillación,
para alcanzar un lugar de seguridad y de esperanza.

Así como tú no abandonaste a tu Hijo
cuando José y María lo llevaron a un lugar seguro,
muéstrate cercano a estos hijos tuyos
a través de nuestra ternura y protección.

Haz que, con nuestra atención hacia ellos,
promovamos un mundo en el que nadie se vea forzado a dejar su propia casa
y todos puedan vivir en libertad, dignidad y paz.

Dios de misericordia y Padre de todos,
 despiértanos del sopor de la indiferencia,
 abre nuestros ojos a sus sufrimientos
 y líbranos de la insensibilidad, fruto del bienestar mundano
 y del encerrarnos en nosotros mismos.

Ilumina a todos, a las naciones, comunidades y a cada uno de nosotros,
para que reconozcamos como nuestros hermanos y hermanas
a quienes llegan a nuestras costas.

Ayúdanos a compartir con ellos las bendiciones
que hemos recibido de tus manos y a reconocer que juntos,
como una única familia humana,
somos todos emigrantes, viajeros de esperanza hacia ti,
que eres nuestra verdadera casa,
allí donde toda lágrima será enjugada,
donde estaremos en la paz y seguros en tu abrazo.

Amén

Papa Francisco en Lesbos

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entrañas derretidas

Algunos hay tan tomados del amor de Dios, que, apenas han comenzado a pensar en Él, cuando luego la memoria de su dulce nombre les derrite las entrañas, los cuales tienen tan poca necesidad de discursos y consideraciones para amarle, como la madre o la esposa para regalarse con la memoria de su hijo o esposo, cuando le hablan de él; y otros que no sólo en el ejercicio de la oración, sino fuera de él, andan tan absortos y tan empapados en Dios, que de todas las cosas y de sí mismos se olvidan por Él, porque si esto puede muchas veces el amor furioso de un perdido, ¿cuánto más lo podrá el amor de aquella infinita hermosura»

San Pedro de Alcántara

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Párate

No había nada especial, no pasaba nada que mereciera la pena fotografiar, la luz no era la idónea, ni mi disposición la más apropiada y sin embargo paré la moto y tomé la imagen. Era como si hubiese oído una llamada, como si algo o alguien me hubiera dicho: párate, mira dónde estás, nota el frío sobre tu cara, disfruta de este segundo que te ha tocado vivir y da gracias por todo ello. Después, claro, me fui, pero sintiendo que ese momento había sido mío y sabiendo que estar vivo acaso sólo consistiese en vivir instantes como aquel que ahora os enseño.

Juan Ballester, Murcia útil

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Contemplación

Mas la contemplación es haber ya sacado esta centella, quiero decir, haber ya hallado este efecto y sentimiento que se buscaba, y estar con reposo y silencio gozando de él, no con muchos discursos y especulaciones del entendimiento, sino con una simple vista de la verdad, por lo cual dice un santo doctor que la meditación discurre con trabajo y con fruto; mas la contemplación sin trabajo y con fruto; la una busca, la otra halla; una rumia el manjar, la otra lo gusta; la una discurre y hace consideraciones, la otra se contenta con una simple vista de las cosas, porque tiene ya el amor y gusto de ellas; finalmente, la una es como medio, la otra como fin; la una como camino y movimiento, y la otra como término de este camino y movimiento

san Pedro de Alcántara

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Dulzura de mi corazón

dame, Señor, tu gracia, para que te ame yo con todo mi corazón, con toda mi ánima, con todas mis fuerzas y con todas mis entrañas, así como tú lo mandas. ¡Oh, toda mi esperanza, toda mi gloria, todo mi refugio y alegría! ¡Oh, el más amado de los amados! ¡Oh, esposo florido, esposo suave, esposo melifluo! ¡Oh, dulzura de mi corazón! ¡Oh, vida de mi ánima y descanso alegre de mi espíritu! ¡Oh, hermoso y claro día de la eternidad, y serena luz de mis entrañas, y paraíso florido de mi corazón!¡ Oh, amable principio mío y suma suficiencia mía!

San Pedro de Alcántara

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Suspirar

Acostúmbrate, pues, ánima mía, a tener siempre memoria del que nunca se olvida de ti; deséalo con suspiros íntimos de tus entrañas muy amorosos, y no los dejes de usar entre ti mismo, ni aun los dejes de pronunciar muy quebrantados cuando estuvieres solo; y para sólo esto te aconsejo que ames la soledad, que es a esto muy favorable y agrada mucho al tu amado, aunque en público no debas tampoco cesar de suspirar a Él, deseándolo simplemente, de forma que no lo sientan los que no saben amar, ca pensarán que tienes alguna pena o descontento que te fatiga, y no sentirán que el mayor descontento y penitencia que tienen los siervos de Dios verdaderos es la ausencia de Él y el no sentir su gracia íntimamente en el corazón. Para lo cual tienen por muy saludable remedio gemir y suspirar al Señor como palomas amorosas de él, sabiendo que no hay voz que tanto penetre sus divinos oídos como el deseoso suspiro, al cual no tan solamente oye, mas esle como saeta que lleva yerba de amor, que luego hace sangre y prende al que no puede ser preso sino por amor

Francisco de Osuna

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