Cuaresma, tiempo enfocar

Impresiona ver a tantos millones de personas preocupadas por Japón. Es una alegría ver como nos movilizamos para rezar y nos solidarizamos con el dolor de otros pueblos, es reconfortante ver como se vuelcan ayudas y como se acepta con fe y esperanza el sufrimiento. En todas partes se habla de Japón, en las noticias, en Twitter y Facebook, en mi comunidad, en la universidad… pero hoy algo me ha hecho cambiar el foco te atención, una persona muy querida para mí, sin quererlo a través de su blog me ha recordado que Cuaresma es tiempo de conversión al amor, y que el amor empieza en lo pequeño y cercano. Siento la llamada a atender ya de una vez al prójimo más cercano que con mi indiferencia he convertido en lejano. Es tiempo de enfocar.

Se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo

El juez más justo que la historia haya conocido jamás se encuentra un día con estas palabras, venidas de un asesino al que acaba de condenar:

No eres un juez sino un ignorante, pues tan solo sabe del golpe quien lo siente en carne propia y no quien lo asesta; solo aquel que ha sufrido puede medir el sufrimiento. Tu orgullo osa castigar a los culpables y tú eres el más culpable de todos, pues yo he quitado la vida en un arrebato de cólera, mientras que tú me quitas la mía a sangre fría y me aplicas una medida que tu mano no ha sopesado para descubrir su propio peso.

Los ojos del hermano eterno. Stefan Zweig

A partir de aquí el protagonista decidirá renunciar a su categoría y experimentar el castigo que había impuesto, empezando así un camino de redescubrimiento de la relación con el prójimo.

Leyendo este fragmento y gran parte del libro, no puedo evitar hacer un paralelismo con el fundamento del cristianismo que se expresa en la carta de Pablo a los Filipenses, un Dios que se hace hombre para poder decir algo a los hombres:

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

(Flp 2, 6-8)

Javi Sanz ya comentó este mismo libro aquí: Los Ojos del Hermano Eterno. Sin embargo, tras leerlo yo, no puedo evitar retomarlo.