Perder el espíritu. IDR Valencia

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, hermano de Santiago, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí que se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.

(Mt 17, 1-3)

al manifestar lo que uno cree haber descubierto lo reduce a un nivel común y tangible, y pierde lo que era mejor, lo que era espíritu y vida en ello.

«El signo de Jonás» Thomas Merton.
[Está hablando de los reparos que tiene de contar su experiencia de fe en un libro]

Los apóstoles viven una experiencia, la reducen a nivel «común y tangible», a palabras y texto, para su posterior predicación hasta hoy, y nosotros nos quedamos con lo fácil, la parte tangible como absoluto y único y nos perdemos lo mejor, lo que era vida, la propia experiencia que dio lugar al texto. Por más que expliquemos una historia y la contextualicemos en homilías eternas, no será más que un relato «común y tangible» de una experiencia ajena. ¿Qué hacer para recuperar el espíritu que Dios quiere poner en mí cada día? ¿Basta con quedarse sentado y «escuchar»? ¿Es el cura el único que pueda hablar de la experiencia de Dios?

La letra mata, el espíritu da vida

(2 Cor 3,6)

Durante este curso, en la diócesis de Valencia se ha puesto en marcha una iniciativa que me está pareciendo muy interesante: el Itinerario diocesano de renovación donde laicos, religiosos y sacerdotes, en pequeño grupos mixtos, comparten su experiencia entorno al Evangelio, formándose, actualizando su mensaje y llevándolo a la vida con pequeñas iniciativas que ayuden a experimentar el mensaje personalmente día a día.