El icono es una invitación al encuentro con Dios

Desde la Antigüedad, los iconos han estado muy presentes en la vida de fe de los cristianos, especialmente, de los cristianos de Oriente. Originarios de Bizancio, la iconografía no es únicamente una imagen estética, no es una obra de arte como tal, sino que detrás de esa belleza, hay un gran misticismo. La importancia del icono no es la imagen, sino lo que esa imagen nos transmite. Para los antiguos el icono era un objeto de culto, una presencia a quien invocar y rezar, y cada uno de ellos nos transmite un misterio de Jesús, de la Virgen o de algún personaje bíblico.

El icono no suele ser muy ostentoso, todo lo contrario: es sencillo, bello, expresivo, de colores muy marcados…que nos invita a la contemplación y al encuentro con Dios.

¿Qué simboliza? ¿Qué significado tiene? ¿A qué pasaje evangélico se refiere? Son preguntas muy comunes que nos solemos hacer al verlo. Pero si nos paramos un tiempo delante de él, podremos descubrir su grandeza, la profundidad de la mirada de los personajes…El icono te invita a un diálogo con Dios. Es anuncio, camino y confianza. Es una gran experiencia.

«Habitado por el Espíritu Santo, yo mismo estoy llamado a convertirme en este icono para otros .¿quiénes son aquellos que me miran?¿Cómo les miro con la mirada de Cristo?»
Des icônes pour prier- Frère Luc

Y tú, ¿has rezado alguna vez con un Icono? ¿Cuál es tu favorito?

Dios no es como Adán creía

Imagen tomada de http://angelgarciamacia.blogspot.com/Toda la historia de la humanidad ha quedado extraviada, rota, porque Adán se hizo una falsa idea de Dios. Quería ser como Dios. (…) Creyó que Dios era un ser independiente, autónomo, suficiente y, para ser como él, se rebeló y desobedeció.

Pero cuando Dios se ha revelado, cuando Dios ha querido mostrarse tal como es, se ha revelado como amor, como ternura, como efusión de sí, como infinita complacencia en el otro, como unión indisoluble, como dependencia. Dios se reveló obediente, obediente hasta la muerte.

Creyendo ser como Dios, Adán se diferenció totalmente de él. Se atrincheró en su soledad y, sin embargo, Dios no era más que comunión

Louis Evely, Nuestro Padre. 1969 (cita del Cardenal Ratzinger en «Introducción al cristianismo»)