El canto del pájaro

Lo cierto, sin embargo, es que incluso en las experiencias más trágicas y cruentas de la humanidad, guerras y holocaustos, no han dejado de cantar los jilgueros o los ruiseñores ni han dejado de propagar su perfume las rosas ni de haber quienes aspiran a la libertad de los campos, como la bella Marcela cervantina, o que han salido de la ciudad buscando algo que no se halla en el solo pensar, como sucede en los diálogos platónicos.

El canto del ruiseñor es siempre el mismo canto y el perfume de la rosa siempre es el mismo, sólo nosotros no somos los mismos cada vez que oímos uno de esos cantos o sentimos ese perfume, y no porque seamos sólo un devenir, suma de pasado, presente y futuro, sino porque ese canto y ese perfume nos conmueven y nos transforman, haciéndonos otro, lo otro a lo que también se refería Rimbaud.

Andrés Trapiello

Georges de La Tour

Llevaba tiempo buscando el libro  “Georges De La Tour” de Pascual Quignard.

Quizá porque está editado en Pre-textos, una editorial de mi confianza, donde las haya.

Quizá porque es escritor que me atrae y habla, susurrando con voz queda, de un pintor que siempre me ha resultado sugerente, y cuya historia quería conocer.

Quizá porque sus cuadros son personas, noches oscuras y luz.

Tres quizás.

Tras ellos tres sugerencias.

Sugerencia primera


Coge el libro bien editado. Su portada, de una sencillez hermosa. Siempre la sencillez vence. Una tipografía clásica, con buen gusto. El tacto disfruta con lo inesperado de una superficie ligeramente rugosa, que acariciada con la uña resuena con ecos primitivos e infinitos.

El señalalibros, con la misma rugosidad y los mismos motivos, una cita:

“de la noche hizo su reino. Una noche interior: una casa humilde y cerrada donde hay un cuerpo humano iluminado parcialmente por una pequeña fuente de luz(…) los rojos de La Tour arden más alá del tiempo, como brasas…se convierten en una escena eterna. Una masa oscura, una llama color limón, un rojo limpio, un bermellón intenso y mate, una grandeza triste”.
En el arte, en el arte editorial, la cosa bien hecha conmueve, expresa plenitud, manifiesta una belleza oculta que se desvela con la luz recibida.

Sugerencia segunda

Adéntrate en el fuego místico que arde en tu interior.

¡ Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

“Cuanto más nos acercamos al fuego, más claramente vemos que consiste en la cantidad de materia que falta en su llama.
Lo que hace más ardiente la llama, lo que hace la brasa más roja, más luminoso el resplandor, es lo que se convierte en “nada” dentro de ella. Lo que se precipita en el corazón de la hoguera para ser “nada” se mece allí como una ilusión, en el aire tembloroso y traslúcido del calor. Esa “nada” es lo que grita en el crepitar. Esa “nada” es el corazón blanco de las llamas, al que no podemos acercar el rostro sin gritar de dolor. Es Dios.” Pascal Quignard, Georges de La Tour, Valencia, Pre-Textos 2010, p.98

 

Sugerencia tercera

Contempla alguno de los cuadros de La Tour. El libro hace poemas en prosa, más allá de las explicaciones racionales, toda ciencia trascendiendo, de algunos de estos. Contempla en silencio, abriendo los ojos del corazón, situándote en las oscuridades, dejándote iluminar por su luz, tan débil, tenue, mortecina.

Puedes romper el silencio escuchando la banda sonora de “Todas las mañanas del mundo” película basada en una obra de Pascual Quignard, el autor del Georges La Tour.

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=_0JTY3e2_AY]
Los libros, como la película, nos  adentran en los misterios, tan profundos, del alma del arte. Y completamos un círculos de bellezas sugeridas, un recorrido singular por las bellas artes.

Inteligencia espiritual IV (Admirar II)

La admiración no es la toma de distancia. Es una experiencia mental y emocional, una sensación que afecta también a lo corporal, pero que tiene su raíz en la inteligencia espiritual. El animal ve, observa, mira, pero no se admira de la realidad, porque no sabe que está en ella.  Cuando uno, gracias al poder de la inteligencia espiritual, toma distancia de la realidad natural, se sorprende de cómo son las cosas, de cómo es el mundo y de cómo es él mismo. La toma de distancia suscita la admiración y de la admiración emerge la sorpresa de existir.

Francesc Torralba

Inteligencia Espiritual III (Admirar)

Una cosa es mirar, otra cosa es admirarse de la realidad. La admiración va estrechamente vinculada a la operación de tomar distancia. El mirar focaliza la atención en un objeto del conjunto, mientras que la admiración exige una parada en el tiempo, una visión de conjunto que va unida al sobrecogimiento. La admiración requiere de la distancia física. Para admirarse de una obra pictórica, de un paisaje, del cielo estrellado o de un cuerpo bello, uno debe tomar distancia física, alejarse de ello. Si está pegado a él, no puede admirarse del mismo.

Francesc Torralba

Arquitecto, Artesano, Artista

Homilía pronunciada en el funeral de un conocido arquitecto, fallecido recientemente.. la belleza, el arte, el artista como colaborador en la obra creadora de Dios…

 

Celebramos esta eucaristía en una capilla donde X, en su época de alumno en el colegio, entraría en variadas ocasiones.  Un niño pequeño que entra en esta capilla se queda admirado al contemplar una arquitectura desmesurada, inusitada. Aunque un alumno de este colegio, desde pequeño, está habituado a grandes espacios, grandes ventanales y pasillos llenos de luz,  cuando entra en la capilla gótica, neogótica realmente, puede tener la experiencia de entrar en un terreno sagrado, que le eleva o le facilita una experiencia  que va más allá, vital. Tal es el poder de la arquitectura.

 
Un  niño tiene una capacidad de asombro y de admiración, una sensibilidad intuitiva ante la realidad mucho más desarrollada que muchos adultos. Quizá por eso dijo Jesús que si no nos hacemos como niños no entraremos en el Reino de los cielos. Porque el niño sabe ver la belleza, la bondad y la verdad de las cosas con mayor facilidad. Los niños  son artistas como si tal cosa: juegan con lo que tienen a mano y lo transforman, sin darse importancia. Saben gozar estéticamente y compartirlo. Los niños, como algunos mayores, son artistas, son creadores.


X, a lo largo de su vida, ha sido un artista, un creador. El artista vive una relación peculiar con la belleza. En un sentido muy real puede decirse que la belleza es la vocación a la que el Creador le llama con el don del « talento artístico ». Y, ciertamente, también éste es un talento que hay que desarrollar. X lo hizo abundantemente, con generosidad, y puso su talento al servicio de la belleza.

 
Los cristianos creemos que en la «creación artística» el hombre se revela más que nunca «imagen de Dios» y lleva a cabo esta tarea ante todo plasmando la estupenda « materia » de la propia humanidad y, después, ejerciendo un dominio creativo sobre el universo que le rodea. El Artista divino, con admirable condescendencia, trasmite al artista humano un destello de su sabiduría trascendente, llamándolo a compartir su potencia creadora.

Nuestra sociedad necesita artistas. Y cuando este artista es grande, como un niño pequeño, la sociedad vislumbra en él una puerta abierta a algo mayor, un no se qué que queda balbuciendo, y por eso le reconoce, le admira y dice palabras tan hermosas comos las que hemos leído de X durante esta semana en los periódicos.

El día de la consagración de la Sagrada Familia, en Barcelona, ideada por otro arquitecto genial, Benedcto XVI, en la homilía, dijo que  “la belleza es la gran necesidad del ser humano; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo”.


Dios  en el acto de crear el universo, el día, la noche, la bóveda celeste, el sol y la luna, las estrellas, la tierra y el mar, las plantas, los animales, al hombre y a la mujer, ve que todo lo que ha hecho es bueno, es bello. Al ser humano le da la posibilidad de seguir contribuyendo al acto creador. Dios nos llama a ser artífices de belleza y de bondad a través de nuestro trabajo. Algunos privilegiados disfrutan con ello y saben transmitirlo. X fue uno de ellos.

Estamos llamados a contribuir a la belleza de nuestro mundo, a través de nuestro trabajo, a ser creadores de esta tierra. Sabemos bien, sin embargo, que nuestro ser es finito, que somos en el tiempo. Mientras como tejedores devanamos la vida, a veces inesperadamente, como en el caso de X, se corta la trama.

Nuestra fe cristiana, inexplicable, pues solo se entiende desde la confianza en un Dios creador, fuente de vida en abundancia, nos dice que somos creados para la eternidad, que con la muerte nuestra vida no termina, sino que se transforma. Dios, hace para nosotros, tras la muerte, un universo nuevo, un cielo nuevo y una tierra nueva, cuando la primera tierra ha pasado. Dios asegura que estará con nosotros para siempre y nos hará ver la belleza verdadera que no conoce el ocaso. Dios, tras la muerte, nos llama a la belleza en plenitud.

 

La Palabra de Dios se hizo para nosotros una de las formas arquitectónicas más sencillas: una tienda. La Palabra acampó entre nosotros. Y nos ofrece su luz, su salvación y su gloria. La Palabra, Jesús mismo, nos dice en el momento de pasar de este mundo al Padre: confiad en Dios y confiad también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos; ahora voy a prepararos ese lugar. Una vez que me haya ido y os haya preparado el lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que podáis estar donde voy a estar yo. Vosotros ya sabéis el camino para ir a donde voy yo: Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Rezamos para que X haya encontrado esta vida eterna en Cristo.

 

 

Inteligencia Espiritual II

Cuando el ser humano se libera, aunque sea provisionalmente de las necesidades y de los deseos y, se para frente a la realidad y frente a sí mismo, se maravilla de las cosas, se admira de cómo son, siente el pasmo de ser una partícula llena de vida, un ser pensante y emocional que goza de poder existir. Se admira de la realidad.

Frances Torralba

Inteligencia Espiritual

Sólo el ser humano que tiene la experiencia de vivir su vida, la de todos los días, con sentido, goza de una percepción subjetiva de bienestar interior. Es la vivencia de la felicidad. Sin embargo, cuando un ser humano experimenta que su vivir carece de sentido, que es una pura repetición de los mismo, una mecánica rutina de hechos y de rituales laborales, sociales y familiares, siente un estado de ánimo que es la infelicidad.

Frances Torralba

Parroquia Nuestra Señora de Belén, La Chanca (Almería)

Encantada

CUARESMA

Catorce días desde el comienzo de la cuaresma. Se puede parar, respirar estas dos semanas pasadas, recordar los deseos que me regaló una ciudad tranquila, encantada.

Comenzó con la imposición de la ceniza en la Parroquia de Nuestra Señora de la Luz, en Cuenca, donde estaba participando en unas reuniones de trabajo.
Fue providencial que Google me llevara desde la búsqueda, “horario misas Cuenca”, a estar a las ocho de la mañana entrando en una comunidad cristiana muy nutrida, de gente madrugadora en su deseo de convertirse y creer en el evangelio. Por cierto que el celebrante nos impuso la ceniza diciendo la fórmula en plural, convertíos, y me recordó la antigua fórmula del Credo, en España, cuando decíamos “Creemos en Dios, Padre…”

Comunidad cristiana al amparo de nuestra Señora de la Luz, ya al inicio de la cuaresma María dando la Luz, mostrándonos el final de este tiempo penitencial, es decir, guiándonos con su presencia discreta y cercana hacia la luz de la Pascua.

CUENCA

Al salir de la parroquia había tres o cuatro coches parados en un semáforo y el taxista se excusó de lo congestionado de la hora punta, del atasco… Indudablemente todo depende de lo que uno tenga por costumbre, pues esto en Madrid no dejaría de ser un tráfico fluído de ocho y media de la mañana…en agosto.

Cuenca da toda la impresión de ser una capital de provincia tranquila, humana, paseable, habitable. Quizá por eso nos reunimos allí y hasta allí llegan todos los directores de la empresa desde lugares tan lejanos como Sao Paulo y México DF, entre otros, lugares donde los atascos harían infartar al amable taxista conquense.
Cuenca heladora, las temperaturas nocturnas y a primera hora de la mañana eran de siete bajo cero, pero llena de encantos, como dice su lema: “Ciudad con encanto”.
Ciudad de vida descansada y humana, al menos para los que llegamos de fuera. Todo abarcable, y una naturaleza prodigiosa a cinco minutos paseando desde el centro.

VIDA RETIRADA

En ese paseo,  gratuito, pues me liberaron de un trabajo en grupos, llegué hasta la estatura de Fray Luis de León, y recordé su oda, que aprendí en el colegio, con doce años, y que todavía recito:


Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Y he recodado a mi buen amigo y hermano que, tras cuarenta y siete años viviendo en Madrid, se ha ido a un pueblo de la sierra de Espadán, huyendo del mundanal ruido, siguiendo el incomprensible –para tantos- sino del

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo

Acababa de pasar un fin de semana con él y comprobé que

Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto

 

INTERIORIDAD

Pero no habitamos todos en Cuenca, ni en Algimia de Almonacid, sino en ciudades populosas, industriosas… y llevamos una vida poco apartada. Por eso es recomendable, y más que nunca en tiempo de cuaresma, entrar en el aposento, cerrar la puerta, y orar en lo escondido al Padre, siguiendo el consejo de Jesús.


Entrar en el aposento de la propia interioridad, aunque estemos en lo externo.
Buscar la vida retirada al menos unos momentos al día, en soledad sonora, junto con Aquél que sabemos nos ama.
Buscar momentos para contemplar lo cotidiano como un don, y retirarnos del  bullicio del querer apresar todo, controlar todo, dominar todo.
Buscar ser orantes en medio de la ciudad
Abrir los ojos sin prisas, sin en frenesí del ir a todas partes corriendo, sin saber bien a dónde vamos.
Abrir nuestra conciencia a los momentos iluminados que se nos ofrecen, cada día, a raudales, y que tantas veces pasan desapercibidos. Pequeñeces que alegran la vida y que, al hacernos conscientes de ellas, nos hacen más capaces de bendecir, transforman nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, y agradecido.
Abrir los poros al que nos sale al encuentro en lo sencillo, entrañablemente, y se queda con nosotros por el camino hacia Emaús:


A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta…

Convertirme, buscar, abrir…verbos encantados que me metí, en forma de deseo, en la maleta, al dejar Cuenca en su paz y su belleza.

 

Que toda la vida es sueño

Y los sueños sueños son

Tras la rueda de prensa posterior a la Comisión Permanente de la Conferencia Espiscopal Española,  de esta semana, un sacerdote escribe (donde él pone «pensaba» pongamos nosotros «soñaba»)

«Pensaba yo que la obligación de los obispos, en estos momentos en los que el pueblo sufre, llora y calla, era la de ‘echarse al monte’ de la crisis y convocar a una gran movilización general. Provocar un tsunami de solidaridad.

Pensaba que iban a invitar a todos los católicos (los de misa y los ocasionales) a ser mucho más solidarios con los que están sufriendo la crisis en sus propias carnes.

Pensaba que iban a salir diciendo que los obispos que los tienen van a habilitar sus palaciones para todos los sin techo que en ellos quepan. Que los monasterios van a ofrecer alojamiento gratuito y, acaso, algún trabajo. Y lo mismo los conventos de monjas y de frailes. Y todas las parroquias del país. Y todas las innumerables obras de Iglesia.

Pensaba que iban a invitar a los cristianos de a pié a rebuscar en sus bolsillo y aguzar su creatividad: compartir el sueldo, ofrecer horas de trabajo, comprar en las tiendas pequeñas de los vecinos, conceder microcréditos, privarse de lo superfluo…

Y todo ello publicitado a los cuatro vientos, en una especie de toque a rebato mediático. Para que ningún católico (fiel, canónigo u obispo) pueda llamarse a andana.

Pensaba que iban a decir los obispos que si por algo se nos tiene que distinguir a los cristianos es por el amor. Como el buen samaritano. Y resultan que sólo han hablado de catecismo, de congresos y de sus propios y abultados presupuestos.»

Y he recordado el famoso I have a dream de Martin Luther King.

Y la frase del Cardenal Martini, «Hoy ya no tengo esos sueños»

¿Quién de nosotros da el primer paso para que estos sueños se hagan realidad?

Sevilla, 29 de febrero de 2012Foto de Hemeroflexia de Andrés Trapiello

Leer la Palabra

 

(Detalle de “Las hermanas Navarro» de Francisco Arias)

 

A los libros se llega como a las islas mágicas de los cuentos, no porque alguien nos lleve de la mano, sino simplemente porque nos salen al paso. Eso es leer, llegar inesperadamente a un lugar nuevo. Un lugar que, como una isla perdida, nos sabíamos que pudiera existir, y en el que tampoco podernos prever lo que nos aguarda. Gustavo Martín Garzo

Así nos sale al paso, cada día más sorprendente, la Palabra de Dios, su Libro. Nos coloca en un lugar nuevo, inesperado, asombroso, lleno de vida. Un lugar de horizontes infinitos, que nos abre a lo  insólito y alumbra nuestro ser.
En este tiempo de cuaresma, donde se nos invita a rezar más, la Palabra de Dios puede ser un apoyo delicioso para la oración personal. Tomar el libro, leer pausadamente, practicar la lectio divina… o simplemente dejar que la Palabra, rumiada, resuene en el corazón.

Como un recién nacido se deja mecer por la palabra de su padre, de su madre, sin tratar de explicarla, de comprenderla, dejándose acariciar por ella, alimentándose de su amor. O escuchándola como la Voz del Amado, y por lo tanto amándola, bebiéndola con sed de sediento enamorado, atento a los labios que la pronuncia, más dulces que mil panales de miel.

La Palabra misma nos indica cómo acercarnos a ella…
…como busca la cierva corrientes de agua así mi alma te busca a ti, Dios mío… Venid, sedientos todos, acarread la Palabra de balde.
Cómo considerarla…
…Tu Palabra es para mí la alegría de mi corazón…Tu Palabra fue pronunciada sobre mí…
Cómo esperar en ella…
…Tú solo tienes Palabra de Vida Eterna.


 
Creo que no llegamos a intuir lo que supone plantar la tienda de nuestra existencia en el terreno abonado por Palabra. Sin duda es entrar en un lugar que, como una isla perdida, no sabíamos que pudiese existir. Un lugar en el que no podemos prever lo que nos aguarda. Porque la Palabra de Dios siempre sorprende, siempre transforma, mientras duermes, sin que tú sepas cómo, de una manera inesperada y sin embargo cierta. 

La Palabra que al comenzar la cuaresma nos ha invitado a practicar más la oración, el ayuno y la limosna, en lo escondido, en lo profundo, en lo secreto del corazón.
La Palabra que resuena en el mensaje  de cuaresma del Papa Benedicto tan catequético, tan exhortativo.

La Palabra es el mismo Jesús, pronunciado por el Padre para nuestra Salvación.

Acerquémonos a la Palabra, gocemos con ella, demos gracias por poder escucharla en este tiempo de Cuaresma. Ella alentará el cambio de nuestro corazón.

Martes I semana de cuaresma

Lectura del libro de Isaías 55, 10-11

Así dice el Señor:
«Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mi vacía, sino que hará mí voluntad y cumplirá mi encargo.»

 

Sígueme

«Si queréis conocer el mundo de la magia y de los sueños, venid conmigo», nos dice Martin Scorsese por boca de Georges Méliès, en «La invención de Hugo», hermosísimo y fantaístico homenaje al cine, en sus inicios, recreado hoy.

La magia del cine. Su luz en la oscuridad: Venid conmigo, al mundo de la fantasía.

Sígueme, le dice Jesús en el evangelio de hoy a Mateo. E inmediatamente, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Y entró en el mundo del que quiera ganar su vida la perderá, y el que pierda su vida por Jesús y el evangelio la llevará a la plenitud.

La fuerza de la Palabra. Su luz en la vida, iluminando mi oscuridad.

Sígueme en tu realidad.

Las tres caídas

 

Ahora que se acaba de celebrar la feria de las vanidades del arte, siempre minúsculo, llamado  Arco, esta vez valga la mayúscula del absurdo, donde se exhiben tantas astracanadas caras, tantas mamarrachadas bajo el pomposo nombre de instalaciones, tantas vaciedades de vaciedades, tantos “sustos baratos”, en palabras de Ramón Gaya,  cultos fatuos al valor impuesto por el mercado, conviene, de vez en cuando, contemplar la naturaleza y dejarse de zarandajas pretenciosas.

Contemplar la naturaleza nos brinda el deseo de que nuestra alma se anegue dulcemente en este mar. Como el propio Leopardi, en su infinito poema que hace vibrar las cuerdas más sutiles de nuestro deseo de trascendencia en la realidad. Una pequeña colina, un horizonte sin límites, la belleza interior en la profundidad, desde el silencio, alcanza a despertar el sentimiento más real y sincero que puede manifestarse, al ser humano: el deseo de entablar relación con lo que trasciende, con Dios.

Vo comparando: e mi sovvien l’eterno,
(…)Cosí tra questa
Inmensità s’annega il pensier mio:
E il naufragar m’è dolce in questo mare

Voy comparando: y me acuerdo de lo eterno,
(…).Así en esta
Inmensidad mi pensamiento se hunde:
Y el naufragio me es dulce en este mar.

Contemplar la naturaleza, la más cercana, la que tenemos a mano, sin necesidad de soñar espacios lejanos en los Himalayas, o en playas de Caribe, publicitariamente llamadas paradisíacas, que también podemos encontrar en tantos mares que rodean la península Ibérica, o en  sus islas.

Contemplar la naturaleza y ser recreado por ella. Un atardecer en el Parque del Buen Retiro, de Madrid, nos puede brindar una sencilla y habitual puesta de sol, que por obra de la mirada enamorada se convierte en un momento espectacular, de intensidad inaudita. En sí y en la mirada del que mira dispuesto a dejarse asombrar por el propio asombro.

Contemplar la naturaleza, en ese instante, este día concreto, me hace ser consciente de una triple caída, como las de Jesús camino del Calvario.

Caída del sol, atardecer hermoso, la luz se adentra en la noche dejando en tanta belleza de luz iluminada, la promesa del amanecer, de la resurrección, llena de matices y de luces arreboladas.

Caída del ángel. Contemplar mi naturaleza caída, que quiere ser como Dios, creadora y potente, y que en ese acto de soberbia me hace caer en el lodo del pecado. Caigo en la cuenta al contemplar al Ángel caído, la única estatua al Demonio en un parque público, monumento que siempre me atrae con su fuerza.
Infiel a su naturaleza santa, celestial, el ángel cae y  se condena a no permanecer en la hermosura de la luz liberadora,  ofrecida. Ya no alcanzará la luz de Dios, alejándose cada vez más del ser amor gratuito. Caída en el pecado, tan frecuente y para tana gente tan desesperanzadora si no se abren a la Gracia de Dios.

Caída de nuestro ego ante tanta belleza y tanta realidad esclarecida. Caída liberadora, purificadora.

Con estas  tres caídas que me brinda la naturaleza, en este paseo vespertino, vuelvo a la comunidad lleno de Arte.Al entrar en la habitación cojo de la mesilla “El libro  de la misericordia”, de Leonard Cohen, y rezo

A los ojos de los hombres cae, y a sus propios ojos también. Cae desde su alto lugar, tropieza con su éxito. Cae hacia ti, cae para conocerte. Es triste, dicen. Mira su desgracia, dicen los que le pisan los talones. Pero el cae radicalmente hacia la luz que cae. Ellos no pueden ver al que le alza mientras cae, o cómo cambia su caída, ni a él mismo perplejo hasta que su corazón grita para bendecir a quien le sostiene en su caída. Y en su caída oye a su corazón gritar, su corazón le explica porqué está cayendo, por qué tenía que caer, y él se entrega a la caída.
Bendito seas tú, sostén de la caída. Cae hacia el cielo, cae hacia la luz, nadie puede hacerle daño mientras cae. Bendito seas tú, escudo de la caída. Envuelto en su caída, oculto en su caída, encuentra el lugar donde es recogido. Mientras el pelo ondea y sus ropas se desgarran al viento, es sostenido, consolado, entra en el lugar de su caída. Bendito seas tú, abrazo de la caída, fundamento de la luz, señor del accidente humano.