Arquitecto, Artesano, Artista

Homilía pronunciada en el funeral de un conocido arquitecto, fallecido recientemente.. la belleza, el arte, el artista como colaborador en la obra creadora de Dios…

 

Celebramos esta eucaristía en una capilla donde X, en su época de alumno en el colegio, entraría en variadas ocasiones.  Un niño pequeño que entra en esta capilla se queda admirado al contemplar una arquitectura desmesurada, inusitada. Aunque un alumno de este colegio, desde pequeño, está habituado a grandes espacios, grandes ventanales y pasillos llenos de luz,  cuando entra en la capilla gótica, neogótica realmente, puede tener la experiencia de entrar en un terreno sagrado, que le eleva o le facilita una experiencia  que va más allá, vital. Tal es el poder de la arquitectura.

 
Un  niño tiene una capacidad de asombro y de admiración, una sensibilidad intuitiva ante la realidad mucho más desarrollada que muchos adultos. Quizá por eso dijo Jesús que si no nos hacemos como niños no entraremos en el Reino de los cielos. Porque el niño sabe ver la belleza, la bondad y la verdad de las cosas con mayor facilidad. Los niños  son artistas como si tal cosa: juegan con lo que tienen a mano y lo transforman, sin darse importancia. Saben gozar estéticamente y compartirlo. Los niños, como algunos mayores, son artistas, son creadores.


X, a lo largo de su vida, ha sido un artista, un creador. El artista vive una relación peculiar con la belleza. En un sentido muy real puede decirse que la belleza es la vocación a la que el Creador le llama con el don del « talento artístico ». Y, ciertamente, también éste es un talento que hay que desarrollar. X lo hizo abundantemente, con generosidad, y puso su talento al servicio de la belleza.

 
Los cristianos creemos que en la «creación artística» el hombre se revela más que nunca «imagen de Dios» y lleva a cabo esta tarea ante todo plasmando la estupenda « materia » de la propia humanidad y, después, ejerciendo un dominio creativo sobre el universo que le rodea. El Artista divino, con admirable condescendencia, trasmite al artista humano un destello de su sabiduría trascendente, llamándolo a compartir su potencia creadora.

Nuestra sociedad necesita artistas. Y cuando este artista es grande, como un niño pequeño, la sociedad vislumbra en él una puerta abierta a algo mayor, un no se qué que queda balbuciendo, y por eso le reconoce, le admira y dice palabras tan hermosas comos las que hemos leído de X durante esta semana en los periódicos.

El día de la consagración de la Sagrada Familia, en Barcelona, ideada por otro arquitecto genial, Benedcto XVI, en la homilía, dijo que  “la belleza es la gran necesidad del ser humano; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La belleza es también reveladora de Dios porque, como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo”.


Dios  en el acto de crear el universo, el día, la noche, la bóveda celeste, el sol y la luna, las estrellas, la tierra y el mar, las plantas, los animales, al hombre y a la mujer, ve que todo lo que ha hecho es bueno, es bello. Al ser humano le da la posibilidad de seguir contribuyendo al acto creador. Dios nos llama a ser artífices de belleza y de bondad a través de nuestro trabajo. Algunos privilegiados disfrutan con ello y saben transmitirlo. X fue uno de ellos.

Estamos llamados a contribuir a la belleza de nuestro mundo, a través de nuestro trabajo, a ser creadores de esta tierra. Sabemos bien, sin embargo, que nuestro ser es finito, que somos en el tiempo. Mientras como tejedores devanamos la vida, a veces inesperadamente, como en el caso de X, se corta la trama.

Nuestra fe cristiana, inexplicable, pues solo se entiende desde la confianza en un Dios creador, fuente de vida en abundancia, nos dice que somos creados para la eternidad, que con la muerte nuestra vida no termina, sino que se transforma. Dios, hace para nosotros, tras la muerte, un universo nuevo, un cielo nuevo y una tierra nueva, cuando la primera tierra ha pasado. Dios asegura que estará con nosotros para siempre y nos hará ver la belleza verdadera que no conoce el ocaso. Dios, tras la muerte, nos llama a la belleza en plenitud.

 

La Palabra de Dios se hizo para nosotros una de las formas arquitectónicas más sencillas: una tienda. La Palabra acampó entre nosotros. Y nos ofrece su luz, su salvación y su gloria. La Palabra, Jesús mismo, nos dice en el momento de pasar de este mundo al Padre: confiad en Dios y confiad también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos; ahora voy a prepararos ese lugar. Una vez que me haya ido y os haya preparado el lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que podáis estar donde voy a estar yo. Vosotros ya sabéis el camino para ir a donde voy yo: Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Rezamos para que X haya encontrado esta vida eterna en Cristo.

 

 

Inteligencia Espiritual II

Cuando el ser humano se libera, aunque sea provisionalmente de las necesidades y de los deseos y, se para frente a la realidad y frente a sí mismo, se maravilla de las cosas, se admira de cómo son, siente el pasmo de ser una partícula llena de vida, un ser pensante y emocional que goza de poder existir. Se admira de la realidad.

Frances Torralba

Inteligencia Espiritual

Sólo el ser humano que tiene la experiencia de vivir su vida, la de todos los días, con sentido, goza de una percepción subjetiva de bienestar interior. Es la vivencia de la felicidad. Sin embargo, cuando un ser humano experimenta que su vivir carece de sentido, que es una pura repetición de los mismo, una mecánica rutina de hechos y de rituales laborales, sociales y familiares, siente un estado de ánimo que es la infelicidad.

Frances Torralba

Parroquia Nuestra Señora de Belén, La Chanca (Almería)

Encantada

CUARESMA

Catorce días desde el comienzo de la cuaresma. Se puede parar, respirar estas dos semanas pasadas, recordar los deseos que me regaló una ciudad tranquila, encantada.

Comenzó con la imposición de la ceniza en la Parroquia de Nuestra Señora de la Luz, en Cuenca, donde estaba participando en unas reuniones de trabajo.
Fue providencial que Google me llevara desde la búsqueda, “horario misas Cuenca”, a estar a las ocho de la mañana entrando en una comunidad cristiana muy nutrida, de gente madrugadora en su deseo de convertirse y creer en el evangelio. Por cierto que el celebrante nos impuso la ceniza diciendo la fórmula en plural, convertíos, y me recordó la antigua fórmula del Credo, en España, cuando decíamos “Creemos en Dios, Padre…”

Comunidad cristiana al amparo de nuestra Señora de la Luz, ya al inicio de la cuaresma María dando la Luz, mostrándonos el final de este tiempo penitencial, es decir, guiándonos con su presencia discreta y cercana hacia la luz de la Pascua.

CUENCA

Al salir de la parroquia había tres o cuatro coches parados en un semáforo y el taxista se excusó de lo congestionado de la hora punta, del atasco… Indudablemente todo depende de lo que uno tenga por costumbre, pues esto en Madrid no dejaría de ser un tráfico fluído de ocho y media de la mañana…en agosto.

Cuenca da toda la impresión de ser una capital de provincia tranquila, humana, paseable, habitable. Quizá por eso nos reunimos allí y hasta allí llegan todos los directores de la empresa desde lugares tan lejanos como Sao Paulo y México DF, entre otros, lugares donde los atascos harían infartar al amable taxista conquense.
Cuenca heladora, las temperaturas nocturnas y a primera hora de la mañana eran de siete bajo cero, pero llena de encantos, como dice su lema: “Ciudad con encanto”.
Ciudad de vida descansada y humana, al menos para los que llegamos de fuera. Todo abarcable, y una naturaleza prodigiosa a cinco minutos paseando desde el centro.

VIDA RETIRADA

En ese paseo,  gratuito, pues me liberaron de un trabajo en grupos, llegué hasta la estatura de Fray Luis de León, y recordé su oda, que aprendí en el colegio, con doce años, y que todavía recito:


Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Y he recodado a mi buen amigo y hermano que, tras cuarenta y siete años viviendo en Madrid, se ha ido a un pueblo de la sierra de Espadán, huyendo del mundanal ruido, siguiendo el incomprensible –para tantos- sino del

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo

Acababa de pasar un fin de semana con él y comprobé que

Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto

 

INTERIORIDAD

Pero no habitamos todos en Cuenca, ni en Algimia de Almonacid, sino en ciudades populosas, industriosas… y llevamos una vida poco apartada. Por eso es recomendable, y más que nunca en tiempo de cuaresma, entrar en el aposento, cerrar la puerta, y orar en lo escondido al Padre, siguiendo el consejo de Jesús.


Entrar en el aposento de la propia interioridad, aunque estemos en lo externo.
Buscar la vida retirada al menos unos momentos al día, en soledad sonora, junto con Aquél que sabemos nos ama.
Buscar momentos para contemplar lo cotidiano como un don, y retirarnos del  bullicio del querer apresar todo, controlar todo, dominar todo.
Buscar ser orantes en medio de la ciudad
Abrir los ojos sin prisas, sin en frenesí del ir a todas partes corriendo, sin saber bien a dónde vamos.
Abrir nuestra conciencia a los momentos iluminados que se nos ofrecen, cada día, a raudales, y que tantas veces pasan desapercibidos. Pequeñeces que alegran la vida y que, al hacernos conscientes de ellas, nos hacen más capaces de bendecir, transforman nuestro corazón de piedra en un corazón de carne, y agradecido.
Abrir los poros al que nos sale al encuentro en lo sencillo, entrañablemente, y se queda con nosotros por el camino hacia Emaús:


A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta…

Convertirme, buscar, abrir…verbos encantados que me metí, en forma de deseo, en la maleta, al dejar Cuenca en su paz y su belleza.

 

Que toda la vida es sueño

Y los sueños sueños son

Tras la rueda de prensa posterior a la Comisión Permanente de la Conferencia Espiscopal Española,  de esta semana, un sacerdote escribe (donde él pone «pensaba» pongamos nosotros «soñaba»)

«Pensaba yo que la obligación de los obispos, en estos momentos en los que el pueblo sufre, llora y calla, era la de ‘echarse al monte’ de la crisis y convocar a una gran movilización general. Provocar un tsunami de solidaridad.

Pensaba que iban a invitar a todos los católicos (los de misa y los ocasionales) a ser mucho más solidarios con los que están sufriendo la crisis en sus propias carnes.

Pensaba que iban a salir diciendo que los obispos que los tienen van a habilitar sus palaciones para todos los sin techo que en ellos quepan. Que los monasterios van a ofrecer alojamiento gratuito y, acaso, algún trabajo. Y lo mismo los conventos de monjas y de frailes. Y todas las parroquias del país. Y todas las innumerables obras de Iglesia.

Pensaba que iban a invitar a los cristianos de a pié a rebuscar en sus bolsillo y aguzar su creatividad: compartir el sueldo, ofrecer horas de trabajo, comprar en las tiendas pequeñas de los vecinos, conceder microcréditos, privarse de lo superfluo…

Y todo ello publicitado a los cuatro vientos, en una especie de toque a rebato mediático. Para que ningún católico (fiel, canónigo u obispo) pueda llamarse a andana.

Pensaba que iban a decir los obispos que si por algo se nos tiene que distinguir a los cristianos es por el amor. Como el buen samaritano. Y resultan que sólo han hablado de catecismo, de congresos y de sus propios y abultados presupuestos.»

Y he recordado el famoso I have a dream de Martin Luther King.

Y la frase del Cardenal Martini, «Hoy ya no tengo esos sueños»

¿Quién de nosotros da el primer paso para que estos sueños se hagan realidad?

Sevilla, 29 de febrero de 2012Foto de Hemeroflexia de Andrés Trapiello

Leer la Palabra

 

(Detalle de “Las hermanas Navarro» de Francisco Arias)

 

A los libros se llega como a las islas mágicas de los cuentos, no porque alguien nos lleve de la mano, sino simplemente porque nos salen al paso. Eso es leer, llegar inesperadamente a un lugar nuevo. Un lugar que, como una isla perdida, nos sabíamos que pudiera existir, y en el que tampoco podernos prever lo que nos aguarda. Gustavo Martín Garzo

Así nos sale al paso, cada día más sorprendente, la Palabra de Dios, su Libro. Nos coloca en un lugar nuevo, inesperado, asombroso, lleno de vida. Un lugar de horizontes infinitos, que nos abre a lo  insólito y alumbra nuestro ser.
En este tiempo de cuaresma, donde se nos invita a rezar más, la Palabra de Dios puede ser un apoyo delicioso para la oración personal. Tomar el libro, leer pausadamente, practicar la lectio divina… o simplemente dejar que la Palabra, rumiada, resuene en el corazón.

Como un recién nacido se deja mecer por la palabra de su padre, de su madre, sin tratar de explicarla, de comprenderla, dejándose acariciar por ella, alimentándose de su amor. O escuchándola como la Voz del Amado, y por lo tanto amándola, bebiéndola con sed de sediento enamorado, atento a los labios que la pronuncia, más dulces que mil panales de miel.

La Palabra misma nos indica cómo acercarnos a ella…
…como busca la cierva corrientes de agua así mi alma te busca a ti, Dios mío… Venid, sedientos todos, acarread la Palabra de balde.
Cómo considerarla…
…Tu Palabra es para mí la alegría de mi corazón…Tu Palabra fue pronunciada sobre mí…
Cómo esperar en ella…
…Tú solo tienes Palabra de Vida Eterna.


 
Creo que no llegamos a intuir lo que supone plantar la tienda de nuestra existencia en el terreno abonado por Palabra. Sin duda es entrar en un lugar que, como una isla perdida, no sabíamos que pudiese existir. Un lugar en el que no podemos prever lo que nos aguarda. Porque la Palabra de Dios siempre sorprende, siempre transforma, mientras duermes, sin que tú sepas cómo, de una manera inesperada y sin embargo cierta. 

La Palabra que al comenzar la cuaresma nos ha invitado a practicar más la oración, el ayuno y la limosna, en lo escondido, en lo profundo, en lo secreto del corazón.
La Palabra que resuena en el mensaje  de cuaresma del Papa Benedicto tan catequético, tan exhortativo.

La Palabra es el mismo Jesús, pronunciado por el Padre para nuestra Salvación.

Acerquémonos a la Palabra, gocemos con ella, demos gracias por poder escucharla en este tiempo de Cuaresma. Ella alentará el cambio de nuestro corazón.

Martes I semana de cuaresma

Lectura del libro de Isaías 55, 10-11

Así dice el Señor:
«Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mi vacía, sino que hará mí voluntad y cumplirá mi encargo.»

 

Sígueme

«Si queréis conocer el mundo de la magia y de los sueños, venid conmigo», nos dice Martin Scorsese por boca de Georges Méliès, en «La invención de Hugo», hermosísimo y fantaístico homenaje al cine, en sus inicios, recreado hoy.

La magia del cine. Su luz en la oscuridad: Venid conmigo, al mundo de la fantasía.

Sígueme, le dice Jesús en el evangelio de hoy a Mateo. E inmediatamente, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Y entró en el mundo del que quiera ganar su vida la perderá, y el que pierda su vida por Jesús y el evangelio la llevará a la plenitud.

La fuerza de la Palabra. Su luz en la vida, iluminando mi oscuridad.

Sígueme en tu realidad.

Las tres caídas

 

Ahora que se acaba de celebrar la feria de las vanidades del arte, siempre minúsculo, llamado  Arco, esta vez valga la mayúscula del absurdo, donde se exhiben tantas astracanadas caras, tantas mamarrachadas bajo el pomposo nombre de instalaciones, tantas vaciedades de vaciedades, tantos “sustos baratos”, en palabras de Ramón Gaya,  cultos fatuos al valor impuesto por el mercado, conviene, de vez en cuando, contemplar la naturaleza y dejarse de zarandajas pretenciosas.

Contemplar la naturaleza nos brinda el deseo de que nuestra alma se anegue dulcemente en este mar. Como el propio Leopardi, en su infinito poema que hace vibrar las cuerdas más sutiles de nuestro deseo de trascendencia en la realidad. Una pequeña colina, un horizonte sin límites, la belleza interior en la profundidad, desde el silencio, alcanza a despertar el sentimiento más real y sincero que puede manifestarse, al ser humano: el deseo de entablar relación con lo que trasciende, con Dios.

Vo comparando: e mi sovvien l’eterno,
(…)Cosí tra questa
Inmensità s’annega il pensier mio:
E il naufragar m’è dolce in questo mare

Voy comparando: y me acuerdo de lo eterno,
(…).Así en esta
Inmensidad mi pensamiento se hunde:
Y el naufragio me es dulce en este mar.

Contemplar la naturaleza, la más cercana, la que tenemos a mano, sin necesidad de soñar espacios lejanos en los Himalayas, o en playas de Caribe, publicitariamente llamadas paradisíacas, que también podemos encontrar en tantos mares que rodean la península Ibérica, o en  sus islas.

Contemplar la naturaleza y ser recreado por ella. Un atardecer en el Parque del Buen Retiro, de Madrid, nos puede brindar una sencilla y habitual puesta de sol, que por obra de la mirada enamorada se convierte en un momento espectacular, de intensidad inaudita. En sí y en la mirada del que mira dispuesto a dejarse asombrar por el propio asombro.

Contemplar la naturaleza, en ese instante, este día concreto, me hace ser consciente de una triple caída, como las de Jesús camino del Calvario.

Caída del sol, atardecer hermoso, la luz se adentra en la noche dejando en tanta belleza de luz iluminada, la promesa del amanecer, de la resurrección, llena de matices y de luces arreboladas.

Caída del ángel. Contemplar mi naturaleza caída, que quiere ser como Dios, creadora y potente, y que en ese acto de soberbia me hace caer en el lodo del pecado. Caigo en la cuenta al contemplar al Ángel caído, la única estatua al Demonio en un parque público, monumento que siempre me atrae con su fuerza.
Infiel a su naturaleza santa, celestial, el ángel cae y  se condena a no permanecer en la hermosura de la luz liberadora,  ofrecida. Ya no alcanzará la luz de Dios, alejándose cada vez más del ser amor gratuito. Caída en el pecado, tan frecuente y para tana gente tan desesperanzadora si no se abren a la Gracia de Dios.

Caída de nuestro ego ante tanta belleza y tanta realidad esclarecida. Caída liberadora, purificadora.

Con estas  tres caídas que me brinda la naturaleza, en este paseo vespertino, vuelvo a la comunidad lleno de Arte.Al entrar en la habitación cojo de la mesilla “El libro  de la misericordia”, de Leonard Cohen, y rezo

A los ojos de los hombres cae, y a sus propios ojos también. Cae desde su alto lugar, tropieza con su éxito. Cae hacia ti, cae para conocerte. Es triste, dicen. Mira su desgracia, dicen los que le pisan los talones. Pero el cae radicalmente hacia la luz que cae. Ellos no pueden ver al que le alza mientras cae, o cómo cambia su caída, ni a él mismo perplejo hasta que su corazón grita para bendecir a quien le sostiene en su caída. Y en su caída oye a su corazón gritar, su corazón le explica porqué está cayendo, por qué tenía que caer, y él se entrega a la caída.
Bendito seas tú, sostén de la caída. Cae hacia el cielo, cae hacia la luz, nadie puede hacerle daño mientras cae. Bendito seas tú, escudo de la caída. Envuelto en su caída, oculto en su caída, encuentra el lugar donde es recogido. Mientras el pelo ondea y sus ropas se desgarran al viento, es sostenido, consolado, entra en el lugar de su caída. Bendito seas tú, abrazo de la caída, fundamento de la luz, señor del accidente humano.

Martin Garzo y las vírgenes suicidas

No tiene desperdicio el artículo de Martín Garzo el El País de hoy, titulado Las vírgenes suicidas. Como siempre da gusto leerle y acompañarle en la reflexión: el sentido de la cultura, el vacío actual, e sentido de la vida, la función de la literatura…

Recojo solo una cita de esta últma sección

Los hombres y las mujeres actuales viven sin apenas poner límites a sus deseos, y sin embargo pocas veces han tenido menos cosas que contarse. La ausencia de relatos define su convivencia, y la política actual es el ejemplo más visible de esta dolorosa carencia. La crisis de la cultura del relato oculta, una crisis más honda: esa pobreza de la experiencia de que habló Benjamin. Y la experiencia tiene que ver con la palabra y el relato, pues vivir es encontrar cosas que contar y compartir: el cuento de nunca acabar. La literatura es el trabajo de la ostra: toma un instante en apariencia banal y lo transforma en algo que tiene el poder de revelar lo que somos. Por eso dice Proust que “la verdadera vida, la única vida realmente vivida es la literatura. Gracias a ella se nos revela el mundo. Sin la literatura, nuestra propia vida nos sería desconocida”.

 

 un mundo cuyas historias nadie recuerda, es todo lo que tenemos. Para volver a hablar necesitamos recuperar la memoria de los bellos relatos

El hombre no puede alimentarse sólo de realidad. Necesita relatos que le permitan transformar las pequeñas circunstancias de su vida en algo significativo y precioso que pueda compartir con sus vecinos. Por eso es tan decisiva la cultura. Si la comparamos con una hoguera lo que importa, como decía Benjamín, no es hablar de la madera que la alimenta sino del misterio de la llama que la hace arder. Sólo ella “custodia un enigma: el de la vida”. Avivar esas llamas es lo que necesitamos

La pascua de Wislawa Szyborska

Tiene un nombre difíclmente pronunciable en castellano, pero su poesía, que es el verdadero lenguaje, es transparente, cristalina, sencilla y pura como la luz tamizada que baña las llanuras de su tierra natal, Polonia. Murió el primer día de febrero de este año: Wislawa Szyborska.

Había nacido en 1923 y recibido el Nobel de literatura en 1996. Uno de esos nóbeles que todo el mundo ve como un regalo del cielo. Hace ya unos cuantos años nos dieron un poema suyo en una vigilia de Pentecostés. Su primer verso decía

Es urgente inventar nuevos atajos

e iba recorriendo urgencias llenas de poesía:

descubrir nuevos horizontes, abrir sendas al viento, habitar otras noches pobladas de luciérnagas.

Siempre la luz iluminando la oscuridad, la anchura en el aprieto, el camino del viento susurrado, el camino del Espíritu. Quizá por eso fue un poema que me enamoró de esta poetisa.

Eran tiempos, los de mi lectura, en que andada empeñado en la renovación de la vida religiosa, en odres nuevos para un vino nuevo, en novas bellas, y me cautivó leer:

Es urgente izar nuevos versos, escalar nuevas metáforas y traer esperanzas reprimidas por la angustia.

Siempre he pensado que la vida religiosa tiene que ver con la poesía, con el tenue vibrar de una emoción que conmociona al escuchar la llamada, sígueme, y caer rendido, sin remisión posible, en los brazos del Amado. La vida religiosa, metáfora del amor más radical. La vida religiosa, la vida cristiana, que nos pone en movimiento, pues somos homo viator, hombres caminantes, que van hacia donde nacen los sueños, esculpiendo la vida con nuevas y bellas artes, al igual que el Artesano que siempre nos recrea. Origen y Destino, Alfa y Omega, principio y fin en Cristo.

Es urgente partir sin miedo, sin miedo y sin demora, hacia donde nacen sueños, buscar nueva artes de esculpir la vida.

Seguro que la escritora, llena de poesía, estará donde nacen los sueños de la eternidad.

Años después escribí a mano esta poesía en una postal de “La mañana de Pascua”, de Caspar David Friedrich. Y desde entonces la tengo en mi breviario. La mañana de Pascua, obra que también tiene enormes resonancias. Tuve una reporducción, tamaño poster, enmarcada en mi despacho, delante de la mesa de trabajo.

La mañana de Pascua, la luz está en plenitud, resucitada, aunque las mujeres estén en todavía en la noche. Está vivo quien creen muerto en el sepulcro.

La mañana de Pascua es un óleo muy pequeño, 43,7×34,4cm, que podemos admirar en el Thyssen de Madrid. Nos dicen de él:

«Silencioso y de honda quietud, contiene un simbolismo, alusivo a la vida y a la esperanza, marcado por la personal interpretación religiosa del pintor. Unos personajes de espaldas se disponen en un sendero como pequeñas figuras en la inmensidad de un paisaje invadido por la luna, visible todavía en lo alto del firmamento, que se contrapone con su resplandor al amanecer. Esta contraposición se ha interpretado como un signo alusivo a la muerte y resurrección.»

Muerte de la poetisa, que renace en sus versos, ahora, aquí, en este momento en que escribo esto. Vida que me acerca a la Vida del Espíritu cuando leo sus poemas, tan llenos del luz:

Es urgente inventar nuevos atajos,
encender nuevas antorchas
y descubrir nuevos horizontes.
Es urgente romper el silencio,
abrir sendas al viento
y, paso a paso,
habitar otras noches
pobladas de luciérnagas.
Es urgente izar nuevos versos,
escalar nuevas metáforas
y traer esperanzas
reprimidas por la angustia.
Es urgente partir sin miedo,
sin miedo y sin demora,
hacia donde nacen sueños,
buscar nueva artes
de esculpir la vida.

Amén.

 

 

Tàpies, con minúscula

Como siempre pones un cuadro en tus comentarios a la Palabra de Dios quería compartir contigo la pena que me produce la muerte de Tàpies. La semana pasada pasé con mis hijos por el Reina y como siempre me quedé extasiada delante de sus cuadros. Siempre me producía una profunda impresión ver la cruz en todos ellos entre tanta materia y revoltijo (detallito que nadie ha señalado hoy, por cierto) signo de un hombre profundamente enamorado del Absoluto, tomara la forma que tomara… y después de Tàpies, o delante, o al lado estaba mi admirado Manolo Millares, otro personaje cuyos cuadros me transportan siempre más allá de lo conocido.

Esto me escribe mi amiga Beatriz, a la que tanta belleza debo.
La fuerza del arte: el arte que transporta, sin explicación posible, más allá de lo racional, y trasciende. El arte como puerta abierta a al misterio de la vida. El arte que hace vibrar, que conmueve, que nos pone delante del Misterio.

Escribo arte con minúscula, pues a Tàpies – a pesar de tantos elogios como recibe tras su muerte, esta semana- no lo considero poseedor de la mayúscula en el Arte. Reconozco la fuerza primigenia de sus obras, la carnosa presencia de la tierra, el poder de su materia hecha lienzo, la ruptura con lo habitual…es verdad que su obras me atraen y suscitan asombro…pero el arte es más sencillo. En el Arte el artista desaparece, y en los cuadros de este artesano siempre veo a Tàpies, no la Pintura.

Poeta de la materia, la interioridad secreta de las cosas, buscador de lo inesperado…son títulos que le han dado en los periódicos…títulos que han resonado en el camino hacia el Absoluto.

La cruces de sus cuadros siempre me han interrogado. ¿Qué son estas cruces en medio de la materia, del óleo, del barro, de las vendas? ¿Qué tienen que ver con la cruz de Cristo? Como no encuentro respuesta, callo y contemplo. Tratando de acercarme al misterio que las obras de Tapies encierran…puertas que se abren al más allá, donde el Absoluto, Dios mismo, se habrá desvelado para este pintor que acaba de fallecer. Descanse en paz.

Mano vacante

Comienzo a escribir en Nova Bella y me gustaría que los post estuvieran escritos con una mano vacante, como la mano del pintor Ramón Gaya. Desaparece el pintor, entra la Pintura. Desaperece el artista, se accede al Arte. Desaparece el yo, se vislumbra intuitivamente al Absoluto.

Mano vacante

La mano del pintor –su mano viva–
no puede ser ligera o minuciosa,
apresar, perseguir, ni puede ociosa,
dibujar sin razón, ni ser activa,
ni sabia, ni brutal, ni pensativa,
ni artesana, ni loca, ni ambiciosa,
ni puede ser sutil ni artificiosa;
la mano del pintor –la decisiva–
ha de ser una mano que se abstiene
–no muda, ni neutral, ni acobardada–,
una mano, vacante, de testigo,
intensa, temblorosa, que se aviene
a quedar extendida, entrecerrada:
una mano desnuda, de mendigo.

Ramón Gaya