La difícil relación entre la Iglesia y la política

Si la Iglesia comenzara a transformarse directamente en sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia, sino que haría menos, porque perdería su independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales opinables. La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres precisamente al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido. Sólo siendo independiente puede enseñar los grandes criterios y los valores inderogables, orientar las conciencias y ofrecer una opción de vida que va más allá del ámbito político. Formar las conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, educar en las virtudes individuales y políticas, es la vocación fundamental de la Iglesia en este sector. Y los laicos católicos deben ser conscientes de su responsabilidad en la vida  pública; deben estar presentes en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las injusticias.

Benedicto XVI, cierre CELAM 2007 – Aparecida

Examina tus aspiraciones

La gente tiene pocas aspiraciones, sobre todo de las importantes en la vida. Las aspiraciones a un matrimonio estable, a una familia unida. No sé si porque todo son los frutos de mucho esfuerzo y eso da pereza porque es costoso o porque un vivir únicamente centrado en el hoy no permite proyectarse en el futuro.

Apunta alto, no te conformes con lo que sea, sobre todo en lo que importa.

El cuadro de Rembrandt, así como su trágica vida, me han ofrecido un contexto en el que descubrir que el último paso en la vida espiritual está muy lejos de un sentimiento de miedo hacia el Padre y que es posible convertirse en Él. Mientras el Padre despierte miedo, continuará siendo un intruso y será imposible que ponga su morada en mi interior. Pero Rembrandt, que me mostró al Padre en su dimensión vulnerable, me hizo caer en la cuenta de que mi vocación última es la de ser como el Padre y vivir su divina compasión en mi vida cotidiana.
Aunque sea el hijo menor y el hijo mayor, no estoy llamado a continuar siéndolo, sino a convertirme en el padre.

Familias numerosas

Hay una mentalidad dominante que hace depender el número de hijos del dinero que se gana. No voy a ser yo quien diga que no tiene nada que ver. Pero si puedo constatar que la gran mayoría de familias que tienen muchos hijos, si se plantearan el problema en la misma clave, no los tendrían. Al final se trata de valores y prioridades que nos retratan

No es cierto que el obstáculo principal contra la natalidad en España sea la crisis económica, por más que ésta implique en lo inmediato alguna caída adicional en la tasa de fecundidad. Cuando todo iba bien, en el largo ciclo expansivo de la economía entre 1994 y 2007, los españoles no teníamos más niños que ahora. Y en Alemania, sin desempleo ni burbuja inmobiliaria, con una renta per cápita mayor que la nuestra, y donde parece más fácil que aquí la conciliación entre vida laboral y familiar, la tasa de fecundidad es tan baja como la española. Tener o no tener hijos es cuestión, sobre todo, de valores y prioridades en la vida.

Dignidad

Cuando vemos vidas tiradas a la basura, en los portales de nuestras calles, en los basureros de las esquinas, en el vacío de las drogas y la prostitución, la soledad de los casinos, de gentes que no saben tomar decisiones para su bien, a veces el dolor por estos sufrimientos nos lleva a pensar que quizás deberíamos de tomar nosotros las decisiones por ellos

Respetar la dignidad de la persona es afirmar que se el hombre es libre de equivocarse, incluso hasta el límite de perderse en los infiernos de este mundo. Misericordia para perdonar y amor para enseñar otras salidas, pero sin olvidar que la dignidad de la persona pasa por ser responsable de su vida

Ojalá sepamos reconocer nuestras tentaciones de solucionarle la vida a los demás, nuestros miedos al fracaso, a las malas decisiones nuestras y de los demás. Te pedimos señor más misericordia y más amor para respetar la dignidad de las personas y ofrecer salidas a caminos de luz y esperanza

Trabajar por el bien común, por amor al Hombre

Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él. Junto al bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas: el bien común. Es el bien de ese «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social. No es un bien que se busca por sí mismo, sino para las personas que forman parte de la comunidad social, y que sólo en ella pueden conseguir su bien realmente y de modo más eficaz. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. Ésta es la vía institucional —también política, podríamos decir— de la caridad, no menos cualificada e incisiva de lo que pueda ser la caridad que encuentra directamente al prójimo fuera de las mediaciones institucionales de la pólis. El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. Como todo compromiso en favor de la justicia, forma parte de ese testimonio de la caridad divina que, actuando en el tiempo, prepara lo eterno.

Caritas in Veritate

Diferencias de riqueza

Las diferencias pueden ser infinitas en cuanto a riqueza, igual que lo pueden ser en cuanto a calidad humana y en cuanto a felicidad. La libertad es lo que tiene, que cada uno puede elegir sus decisiones, que no sus consecuencias. Yo puedo apostar por una carrera, otro por ser rico y otro por tener mucho tiempo libre. Alguno incluso, puede optar por quedarse tirado snifando pegamento, aunque esto sea un mal uso de ella y le lleve a perderla.
Una gran fortuna puede ser fruto de la suerte, del trabajo, de una buena decisión y también, claro está, del aprovecharse de los demás.  Hay quienes utilizan a las personas para obtener dinero o para obtener placer. La diferencia es que está peor visto lo primero, cuando en definitiva, lo segundo  afecta mucho más a la felicidad de las personas, que es lo realmente importante de esta vida

Economía en una lección

El mal economista sólo ve lo que se advierte de un modo inmediato, mientras que el buen
economista percibe también más allá. El primero tan sólo contempla las consecuencias
directas del plan a aplicar; el segundo no desatiende las indirectas y más lejanas. Aquél
sólo considera los efectos de una determinada política, en el pasado o en el futuro, sobre
cierto sector; éste se preocupa también de los efectos que tal política ejercerá sobre todos
los grupos

Naturalmente, cabe incidir en el error contrario. Al ponderar un cierto programa
económico no debemos atenernos exclusivamente a sus resultados remotos sobre toda la
comunidad. Es éste un error que a menudo cometieron los economistas clásicos, lo cual
engendró una cierta insensibilidad frente a la desgracia de aquellos sectores que
resultaban inmediatamente perjudicados por unas directrices o sistemas que a largo plazo
beneficiarían a la colectividad.

Henry Hazlit, Economía en una lección