Meditación

Cuanta más confianza tenga un ser humano en otro, mejor podrá amarle; cuanto más se entregue el creador a su obra, esta más le corresponderá. El amor –como el arte o la meditación– es pura confianza. Y práctica, claro, porque también la confianza se ejercita.

La meditación es una disciplina para acrecentar la confianza. Uno se sienta y, ¿qué hace? Confía. La meditación es una práctica de la espera. Pero ¿qué se espera? Nada y todo. Si se esperara algo, esa espera no tendría valor, pues estaría alentada por el deseo de algo de lo que se carece. Por ser no utilitaria, esa espera se convierte en algo genuinamente espiritual.

Todos sabemos lo incómodas que suelen ser las esperas. Como arte de la espera que es, la meditación suele ser muy aburrida. ¡Pues qué fe tan grande hay que tener para sentarse en silencio y quietud! Exacto: todo es cuestión de fe.

Si tienes fe en sentarte a meditar, tanta más fe tendrás cuanto más te sientes con este fin. De modo que podría decir que yo medito para tener fe en la meditación. Al estar aparentemente inactivo, cuando estoy sentado comprendo mejor que el mundo no depende de mí, y que las cosas son como son con independencia de mi intervención. Ver esto es muy sano: coloca al ser humano en una posición más humilde, le descentra, le ofrece un espejo de su medida.

Cuanto más te sientas a meditar, más te quieres sentar y mayor es tu confianza. He llegado a pensar que para el hombre lo más natural es precisamente hacer meditación.»

Pablo D’Ors en Vida Nueva nº 2817

El más rico del mundo

Me propongo demandar a la revista «Fortune», pues me hizo víctima de una omisión inexplicable. Resulta que publicó la lista de los hombres más ricos del planeta, y en esta lista no aparezco yo.

Y yo soy un hombre rico, inmensamente rico. Y si no, vean ustedes: tengo vida, que recibí­ no sé por qué, y salud, que conservo no sé cómo. Tengo una familia, esposa adorable que al entregarme su vida me dio lo mejor de la mí­a; hijos maravillosos de quienes no he recibido sino felicidad; nietos con los cuales ejerzo una nueva y gozosa paternidad. Tengo hermanos que son como mis amigos, y amigos que son como mis hermanos. Tengo gente que me ama con sinceridad a pesar de mis defectos, y a la que yo amo con sinceridad a pesar de mis defectos. Tengo cuatro lectores a los que cada dí­a les doy gracias porque leen bien lo que yo escribo mal. Tengo una casa, y en ella muchos libros (mi esposa diría que tengo muchos libros, y entre ellos una casa). Poseo un pedacito del mundo en la forma de un huerto que cada año me da manzanas que habrá­n acortado aún más la presencia de Adán y Eva en el Paraí­so. Tengo un perro que no se va a dormir hasta que llego, y que me recibe como si fuera yo el dueño de los cielos y la tierra.

Tengo ojos que ven y oí­dos que oyen; pies que caminan y manos que acarician; cerebro que piensa cosas que a otros se les habí­an ocurrido ya, pero que a mí­ no se me habí­an ocurrido nunca. Soy dueño de la común herencia de los hombres: alegrí­as para disfrutarlas y penas para hermanarme a los que sufren. Y tengo fe en Dios que guarda para mí­ infinito amor. ¿Puede haber mayores riquezas que las mí­as? ¿Por qué, entonces, no me puso la revista «Fortune» en la lista de los hombres más ricos del planeta? ¿Y a ti, cómo te consideras? ¿Rico o pobre?» Armando Fuentes Aguirre, «Catán»

Otoño

Hace dos día ha entrado el otoño. En realidad vino antes. Lo vimos, al menos en Extremadura, paseándose solo por el campo algunas tardes de agosto, a esa hora en que  los días empiezan a perder luz. Cada estación se hace preceder de momentos que la presagian y gusta prolongarse en otros; por ejemplo, sin que haya terminado aún el verano, un día, de pronto, sentimos que ha pasado ya, y con él la algarabía azul de sus mañanas y la templanza de sus noches estrelladas, al igual que algunos días de abril podemos sentir cómo el invierno, que en principio había salido de escena, regresa intempestivamente atemorizando a la gente y metiéndola de nuevo en las casas con sus bravatas de escarcha y hielo.(…)

Lo que desearía uno leer en la primera página de los periódicos, hoy, ahora mismo, sería el poema al otoño de Keats. Sigue siendo noticia, dos siglos después de ser escrita, al contrario que estas noticias que se marchitarán antes de que se ponga el sol. Ninguna de ellas es tan importante como esos versos. Y eso sólo se sabe, por desgracia, cuando se van cumpliendo años. Lo mismo que esto: todo puede esperar, crisis, ruinas, estafas (de la política ni hablamos), pero no el otoño. Tengo entendido, por cierto, que algunos consideran reaccionario hablar del  otoño, o peor, cursi.» Andrés Trapiello

Vivir en Cristo

Pero ¿qué significa «mihi vivere Christus est». Vivir por alguno, y en el caso presente: vivir por Cristo; vivir de Cristo, es hacerle el centro, el foco, el corazón de nuestra vida. Cristo tiene que ser por mucho en nuestra existencia, tiene que ocupar un lugar preeminente en nuestros pensamientos, en nuestros afectos y en nuestros quereres. Cuando no pensamos en El ha de parecernos que nos falta algo. Tenemos que verle en todas partes y en todos los acontecimientos. En medio de los cuidados, intereses, preocupaciones de cada día su repentina venida debiera no desconsolarnos, sino causarnos profunda alegría. ¡Un amigo!

Domingo Lázaro, SM

Reconciliación

Descubrir el Nuevo Testamento supuso para ella un punto de inflexión. “Yo vivía sufriendo. Odiaba mi vida, odiaba a la gente normal, odiaba a quienes me habían hecho daño, las cicatrices… Leer la palabra de Jesús me cambió. No soy una persona religiosa, pero tengo una relación muy íntima con Dios. Rezo mucho. Cuando me duelen las heridas, rezo. Y cuanto más lo hago, más paz encuentro. Me ha ayudado a amar y perdonar”. No se cansa de repetirlo. “Mi misión es ayudar a otros en mi situación a perdonar, a ser más fuertes por fuera y por dentro”.

 

KIm Phuc, la niña vietnamita abrasada con napalm, cuya foto dio la vuelta al mundo, enseña a otras víctimas de la guerra a «perdonar»

Monte de Gozo. Pórtico de la Gloria. Por amor a tu nombre

Santa Irene-Santiago de Compostela
Ultima Etapa

Salimos de Santa Irene a la hora de la oscuridad. Arriba, el cielo, estaba claro y estrellado. Dentro de mí, ancho. En la medida que íbamos bajando al valle entrábamos en la bruma. Vapores mágicos en los bosques de eucaliptos, en las últimas corredoiras, en las subidas y bajadas del camino. Camino, camino, camino, como tránsito gozoso hacia el pórtico de la gloria.

Se me seguía dilatando el corazón y las piernas me conducían imparables, como si nunca hubieran estado cansadas, con espíritu renovado. Camino de encuentro contigo, camino en tu presencia.

El monte del gozo estaba neblinoso y no vimos las torres de la catedral. Nos se veían, pero estaban allí. Imagen de la fe.

La entrada a Santiago no se me hizo nada pesada, tanto era el deseo, tanto me ardía el corazón.

Al ver la catedral, desde la vía sacra, por la plaza de Quintana, voy llorando. En silencio.

Todo es como un sueño: haber llegado, los rituales, el pórtico que anticipa la gloria que me tienes prometida en Cristo Jesús, la meta, tú el camino, la verdad y la vida.

Voy a la sacristía. No hay ningún problema para concelebrar. Gracias, Señor, por este inmenso don de darte, gracias unido a Cristo.

Antes hago una larga cola para abrazar a Santiago y en el abrazo pongo todo mi ser. Con devoción bajo a la cripta del sepulcro y allí te pido por mi misión de apóstol y evangelizador, por mi sacerdocio.

Me tienes en un silencio profundo.

A pesar de estar cansado por los kilómetros de hoy, de tener los pies cocidos dentro de las zapatillas con las que he andado, en la eucaristía me tienes profundamente recogido. Gracias.

Santiago me hace el regalo del evangelio: tan unido a mi vocación.

El muchacho le dijo, todo eso lo he cumplido. ¿qué me falta?.Jesús le contestó: Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, dáselo a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo”

Tu palabra par mi vida. La confirmación de la vocación. Una opción por los pobres. Es tu palabra al final del camino. Si quieres llegar al final vende lo que tienes, da el dinero a los pobres, y vente conmigo. Hazme disponibilidad total para ti. Quiero y elijo pobreza con Cristo pobre. Sea lo que sea, te doy las gracias.

Dame, Señor, tu fortaleza.
Indícame el camino que he de seguir.
Tú estás conmigo, eres compasivo y misericordioso. Me colmas de gracia y bendición y de ternura.
Tu gracia vale más que la vida.

Por la tarde estuve un rato de silencio en la capilla del Santísimo, en la catedral. Adorándote. En un agradecido trato de amor.
En la credencial me ponen el sello de Terminó su camino, en Santiago de Compostela.
En el cuaderno, pongo el sello de Santa María del camino, en Santiago de Compostela.

II
María Reina

A las siete y media de la mañana estoy en la catedral, silenciosa, solo dos o tres peregrinos madrugadores, que van llegando con sus mochilas.

Solo contigo en el Pórtico de la Gloria, dejándome acoger por ti.
Solo contigo, en la intimidad, en un prolongado rato de oración, tras la eucaristía.

En un buen rato de intimidad, solo, abrazando de nuevo a Santiago, apoyando en sus espaldas mi camino. Un instante de nuevo, en el sepulcro, cuando los canónigos entonaban el Hosanna y comenzaban el canon romano, en la capillita de la cripta.

Eres la delicia de mi corazón.

Te han explicado, hombre, lo que Dios quiere de ti: simplemente que respetes e derecho, que ames la misericordia y andes humilde con tu Dios.

Señor, Jesús, ten misericordia de mí.

Me pongo en tus manos. Sea lo que sea, te doy las gracias.

En la memoria litúrgica de María Reina del año Jubilar
Dos mil años de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo.

El ocaso. Cerca del final. Perdidos

Melide-Santa Irene
27ªetapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

En la oscuridad, como todas las mañanas, el camino se inicia en la oscuridad, salimos del albergue. Beltrán olvidó su cartera, con dinero y la tarjeta de crédito, en la cocina y allí estuvo toda la noche. Nadie quitó nada, es agradable ver la honradez de la gente, tan cerca del sepulcro del apóstol.

Empezar a andar y empezar el diluvio. Como en Roncesvalles. Nos tenemos que refugiar bajo un balcón. Vemos llover. Como no escampa, aunque amaina, seguimos caminando. La linterna filtra de luz la cortina de agua. En un momento dado no vemos la flecha amarilla, en una desviación, y seguimos caminando.

Tan cerca del final nos perdemos. Desandamos lo andado. Una sencilla lección.

La segunda parte de la marcha, después del desayuno, se me hace muy pesada, lenta, limitada. No disfruto de los paisajes, que son hermosos y suaves, frescos y prolongados, verdes, boscosos, con olor a tierra mojada y eucalipto, con sabor a meta que se va logrando.

Por primera vez voy al último del grupo, renqueando, con esfuerzo y fatiga. Otra lección.

Me sigues enseñando a caminar tu mismo camino, derramas sobre mí tu Espíritu.

Caminad según el Espíritu, y no os dejéis arrastrar por los apetitos desordenados. Ahora bien, las obras de la carne son bien claras: lujuria, impureza, desenfreno, idolatría, supersticiones, enemistades, disputas, celos, iras, litigios, divisiones, partidismos, envidias, homicidios, borracheras, comilonas y cosas semejantes a éstas. Os advierto, como ya antes os advertí, que los que se entregan a estas cosas no heredarán el reino de Dios. Por el contrario, los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia; contra estas cosas no hay ley. Los que son de Cristo Jesús han crucificado los apetitos desordenados, con sus pasiones y apetencias.
Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu.

En el único bar que vemos tomo una manzana, la saboreo. Pero parece que todo el cansancio del amino me viene de golpe, el final de la etapa se me hace eterno, fuerzo la pierna, tengo una especie de calambre agarrotado en la mente. Me digo que me quedan veinte kilómetros y, aunque todos los días llego a Santiago, mañana entraré en Compostela.

En medio de tanta limitación en medio del camino me ha embargado una emoción honda e intensa. Así, Señor, se me en tus manos. Desde el primer momento hasta el último.

Llegamos al albergue, una casona junto a la carretera nacional que une Lugo con Santiago. Solo estamos once personas, tenemos sitio, ducha, descanso. Es un albergue menor, más retirado de las etapas oficiales, de las guías. Volvemos a preferir una cierta tranquilidad y descanso. Para ir a comer tenemos que retroceder un kilómetro por el arcén, parece imposible pero es un suplicio, vamos como borrachos, dando tumbos, sin poder andar normalmente.

En el restaurante, desbordados por la avalancha de quince comensales peregrinos, nos tienen dos horas esperando. Pongo a prueba mi paciencia, y no con excesivos buenos resultados. ¿Qué hay de mi aceptación del a realidad?

Toda la tarde ha ido llegando gente al albergue. Son las ocho y continúa la riada: les dan sitio en el suelo, en los huecos junto a las camas. Cada uno viene con una historia que contar, un problema, una dificultad, una limitación, una esperanza a punto de cuajar.

Fuera a ratos llueve y ratos sale el sol. El camino y la vida.

Me está dando un cierto agobio llegar a Santiago, entrar en la realidad de la multitud, de la ciudad, dejar la peregrinación…Ayúdame a vivir en la realidad y no en la fantasía imaginada.

En muchos momentos, a lo largo del día de hoy, he recordado que este camino lo he hecho por amor a tu nombre. Me han venido en un todo, en un aleph, etapas, nombres, lugares, personas, en una sensación de globalidad y plenitud, sentimientos. En la cama, con los ojos abiertos, llenos de lágrimas, voy repasando la película d e mi propia vida en el camino, poniéndola en tus manos. Gracias, Señor.

Dame un corazón agradecido. Que cante tus alabanzas y te de gracias por todo lo que has hecho germinar en mi corazón a lo largo de éstos días. Por todo lo que me has enseñado imperceptiblemente. Haz tú que este camino de frutos abundantes y duraderos. Para que, enriquecido con tus gracias y virtudes, vuelva a casa lleno de saludable y perenne alegría.

Me admira que me hayas concedido que, en ningún momento, a pesar de las dificultades y limitaciones, haya tenido una tentación real de abandonar el camino. Gracias porque no me he sentido desesperado ni he experimentado miedo, más que de mí mismo. Me he descubierto con más fortaleza física, y psíquica, de la que imaginaba. Don que procede de ti. Don que me has dado con Beltrán, principalmente, y con Marlon, Itziar y Cristina. El don de la comunidad. Gracias, Señor.

Antes de meterme en la cama veo la puesta de sol. La toco cerca, estamos ya en el ocaso. Fin del camino. En tus manos.

Lluvia de Gracia. Rico en misericordia. Callan las palabras

Gonzar-Melide
26ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Comenzamos la marcha con lluvia, casi una hora, ininterrumpidamente, con las capas de caracol. A la incomodidad inicial viene luego la aceptación, un tanto resignada. Porque ¿quién prepara cauces al aguacero y señala camino a la tormenta, para traer la lluvia a tierras despobladas? ¿Puedes levantar tu voz hasta las nubes para que caiga un aguacero sobre ti? ¿Están a tus órdenes los relámpagos y te dicen: “Aquí estamos”?

Vamos a llegar a Santiago, si es tu voluntad, con lluvia o sin lluvia, secos o mojados. En tus manos.

A las entrada de Melide, durante media hora, el diluvio universal. Empapados. Los pies, que hasta entonces se habían mantenido secos, se convierten en lagunas, tras remansar en ellos los ríos de las calles, cauces impetuosos. Llegamos al refugio envueltos en la tormenta, en medio de una ciudad que prosigue la vida, y sus fiestas de San Roque, como si no hubiera lluvia.

En la marcha me has mostrado la importancia de la gratuidad en la peregrinación. Por amor a tu nombre. Nada más. Por amor a tu nombre subir y bajar, ir y venir, pasar y cruzar, caminar y parar, andar y andar, hoy por unos pasajes húmedos y suaves, de una infinita melancolía estática, y estética.

Emoción al entrar en la provincia de La Coruña. Siempre contando: Navarra, La Rioja, Burgos, Palencia, León, Lugo y ahora, por fin, Coruña. España de Este a Oeste. De la salida del sol hasta su ocaso.

Todo húmedo; la ropa sin secar; las tripas revueltas, pero Santiago a dos días. Hemos lavado la ropa a mano, como todos los días, la hemos metido en una secadora, es el primer refugio con secadora, y sigue húmeda. Mañana tendré que caminar con un uniforme distinto, después de tantas jornadas con la misma camiseta, los mismos pantalones –los segundos, pues los primeros se deshilacharon de tanto roce-,los mismos calzoncillos y calcetines, eso sí, lavados todos los días.

Paseo con Beltrán un poco hacia la nada. Entramos en una iglesia y me quedo con la mirada perdida, en ti.

Cada palabra tuya tiene un eco inmenso y desarrolla caudales en mi ser:

Pero Dios, rico en misericordia, por el inmenso amor con que nos amó, nos dio vida juntamente con Cristo (pues habéis sido salvados por pura gracia) cuando estábamos muertos por el pecado, nos resucitó y nos hizo sentar con él en los cielos con Cristo Jesús, a fin de manifestar en los siglos venideros la excelsa riqueza de su gracia mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Habéis sido salvados gratuitamente por la fe; y esto no es cosa vuestra, es un don de Dios; no se debe a las obras, para que nadie se llene de vanidad. Él nos ha hecho, él nos ha creado por medio de Cristo Jesús, para hacer obras buenas tal y como él lo dispuso de antemano.

Con esos ecos, que no apagan cientos de gaitas que toan en la plaza mientras celebramos la eucaristía me embebes: rico en misericordia, inmenso amor, nos resucitó, manifestar la excelsa riqueza de su gracia, salvados gratuitamente, don de Dios.

Todas las palabras callan.

Recréame con tu Palabra. En tus manos, Señor.

Sublime conocimiento. Aceptar la realidad. Me haces vivir tranquilo

Barbadelo-Gonzar
25ªEtapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

María y José no tuvieron sitio en la posada, no encontraron un lugar en el albergue. El Salvador del mundo nació en un establo. No nos debe preocupar dormir esta noche aquí o allá, al raso…Sí es más triste el ambiente de caravana gigante, de turismo barato, de vacaciones esotéricas, en el que parece se ha convertido el camino desde que pasamos Triacastela. También me repito no juzgues y no serás juzgado. En el camino hay sitio para todos, cada uno encuentra en la medida de sus capacidades, y muchas veces tú nos desbordas. Si me desbordas a mí, ¿por qué no vas a hacerlo con mi hermano?

Si tenéis algún consuelo en Cristo, alguna muestra de amor; si estáis unidos en el mismo Espíritu; si tenéis entrañas de misericordia, llenadme de gozo teniendo todos un mismo pensar, un mismo amor, una sola alma y unos mismos sentimientos. No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o de vanagloria; sed humildes y tened a los demás por superiores a vosotros, preocupándoos no sólo de vuestras cosas, sino también de las cosas de los demás. Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús…Dame tus mismos sentimientos Señor, dame tu mirada para mirar a los demás con el mismo amor con el que me miras.

Empezamos nuestra marcha nocturna, se repite la luna llena, se repiten los bosques encantados, entre las brumas, seguimos subiendo y bajando colinas, pasando por aldeas diseminadas, atravesando las calles de Santiago que en otras regiones han sido reales o mayores. Aldeas sin nombre, oscura, con olor a estiércol y panocha, con perros que aullan y hacen sonar las cadenas de los esclavos.

Unas señoras gallegas que venían desde Saint Jean Pied de Port comentan que dejan el camino, que no resisten el ambiente que se está creando, que…

Aceptar la realidad. No empujar el río de la vida. Dejar que todo fluya. En tus manos, Señor. No darle valor a lo que no lo tiene. No hay mayor riqueza que ser peregrino por amor de tu nombre, sin que nada me sea debido, sin esperar nada, sin poner otro deseo que en ti:

Todo lo tengo por pérdida ante el sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien he sacrificado todas las cosas, y las tengo por basura con tal de ganar a Cristo y encontrarme en él; no en posesión de mi justicia, la que viene de la ley, sino de la que se obtiene por la fe en Cristo, la justicia de Dios, que se funda en la fe a fin de conocerle a él y la virtud de su resurrección y la participación en sus padecimientos, configurándome con su muerte para alcanzar la resurrección de los muertos. No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús.

Nos encontramos ayer, por Sarria, al catalán con el que bajamos de Roncesvalles hasta Zubiri, y luego de allí a Pamplona. Esta mañana vemos al señor inglés, mudo y callado, al que no veíamos desde Reliegos. Nos ha dado la mano y ha sonreído. Olemos la tumba del santo y esto nos tiene como en una euforia tenue, pero euforia al fin y al cabo.

En la siesta comienza a llover, Galicia nos está recibiendo. ¿Qué hubiera sido el camino con lluvia? ¿Qué con…? No quiero jugar a variar. Todo lo que he recibido es don tuyo.

Parece que n pasa nada estos días. Pasa que el camino se condensa, se centra, que ya uno no piensa, ni reflexiona mucho, ni mira, sino que se hace camino y escucha tu Palabra. Me da la impresión de que todo se simplifica.

Lloviznea, escampa, y vuelve a lloviznear. Como la lluvia mansa, tu palabra empapa mi tierra.

Tarde de silencio y contemplación, repitiendo tu nombre.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí.

Para no privarme de nada, las tripas se revuelven y comienzo con descomposición.

Entro en el sueño. En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tú solo Señor, me haces vivir tranquilo.

Masificados. Amados por Dios. Nuevas tentaciones

Viduedo-Barbadelo
24ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Escribo en los tablones, que me imagino centenarios, de una casa, probablemente fue la casa cural, luego dirán que del sacristán, junto a la iglesia de Barbadelo. El olor a vaca, la paja que fermenta y que está en balas bajo nuestras narices, dentro de la casa, las inevitables golosas, que me comen a estas horas todas las tardes, ayer en sábanas, hoy en el suelo.

Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que él ha llamado según sus designios. Y a los que desde el principio destinó, también los llamó, a los que llamó los puso en camino de salvación; y a quienes puso en camino de salvación les comunicó su gloria.

¿Qué más podremos decir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no perdonó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente con él todas las cosas?

¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?

Así es, Señor. Cuánta verdad.

Castaños y robles centenarios, que abrazo con la mirada.

Hemos llegado a Barbadelo, mucho más que una pequeña aldea somñolienta, a la hora de comer. En el albergue solo nos ofrecen el suelo junto a los lavabos. Quedan cinco plazas. Imposible extender las esterillas, pues el pasillo es estrecho. El panorama no podía ser más desolador, aunque lo he aceptado tal y como es, es la realidad, es lo que hay, no quiero hacerme un mundo, ni rumiarlo excesivamente. Lo acepto pero busco también otra solución, ahí está el equilibrio, aceptación de entrada, y manos a la obra.

En un caserón inmenso, junto a la Iglesia de Santiago, románica, con un pórtico lleno de símbolos, en la clave creo que está la resurrección, una familia nos acoge a dieciséis peregrinos. Un cierto misterio gallego, pues no quieren que en el pueblo, tan mínimo, se sepa. Os acogemos no por dinero, sino porque sois peregrinos. Pero lógico es que nos paguéis algo por los gastos y las molestias: aceptamos la voluntad.

La entrada a la casa de piedra; el zaguán oscuro y fresco; el perro, el heno, la escalera de madera que trastablillea, el crujir, la suciedad, los miles de bichos diminutos que corretean por el suelo, como motas de polvo animadas, me trasladan a una realidad de peregrino casi medieval.

Agradecer al matrimonio que nos da techo y cobijo, posibilidad de ducha, y espacio para lavar la ropa en una laja de piedra, en un pilón con tanta suciedad como jabón. Agradecer la mediación de tu don.

Calcula el paisano, por lo bajo, que en estas fechas están pasando unos mil peregrinos diarios. Cada año más. ¿Qué mueve a los romeros a Santiago? Dicen que la señora del bar sirvió ayer más de doscientas comidas. Estamos desbordados, dicen. Todo se anda en decires.

Me temo mucho que la masificación va a ser el pan nuestro de cada día hasta Compostela.

Me brotan nuevas tentaciones: el considerarme superior por se un peregrino que viene desde más lejos; el preocuparme por si mañana dormiremos ¿dónde? pues la masificación todo lo alcanza; el desprecio a otros peregrinos más bullangueros, más turistas, como si ellos no fueran hijos tuyos.

Celebramos la eucaristía, a la que se añaden algunos peregrinos, en la joya del románico gallego escondida en esta aldea. Una vez más en ti encuentro reposo y sosiego. Vienes a mí. Me introduces en tu camino y en tu vida. Gracias, Señor.

Anchura, longitud, altura, profundidad

Vega de Varcarce-Viduedo
23ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Acompañados por las sombras de la noche, la luna llena juega con la luz del bosque, nos adentramos hacia el Cebreiro. De todos los nombres oídos del camino, de tantas anécdotas compartidas en los últimos años, de tantas cumbres coronadas, el Cebrerio tiene la fuerza mítica de un ochomil, para los pies del peregrino. La entrada a Galicia, a la tierra donde descansa el apóstol, el zambullirse definitivamente en el verde, el suave declinar hacia el final, tiene el peaje de las alturas, y la belleza incomensurable de las cumbres.

Subir a la montaña, donde siempre habitas. En la zarza ardiente, en el susurro de la brisa, en el sacrificio del hijo amado, en…

Subida del Monte Carmelo: nada, nada, nada. No espera nada. No desear nada, no querer sentir nada. Entregarte todo: las resistencias, las fatigas, las constancias, la disciplinas, las limitaciones, el propio pecado, lo pasivo, lo activo, las propias noches de fe, esperanza y caridad. Entregarme.

En tus manos, Señor, pues de tus manos recibo este regalo para la vida diaria.

De nuevo caen los mitos, como cayó el Muro de Berlín, como caerán tantos muros que seguimos levantando. La subida no era tan asfixiante como la cuentan los trovadores de la exageración. Es verdad que hay un primer tramo que deja sin aliento. Luego una subida continua, no excesivamente costosa. Dejamos atrás la Laguna de Castilla, tierra en un cielo de agua azul, y la misma Castilla y León, y definitivamente entramos en Galicia.

El paisaje, al clarear el alba, es hermosísimo. Montes y montes, montañas que se pierden en el horizonte, cordilleras, columnas vertebrales de cumbres. Una gozada. Pasado O cebreiro, as montanhas gallegas. El gozo de saber que estamos más cerca.

Pesada y calurosa se hace la subida hasta el alto de san Roque, el día de su fiesta. Una inmensidad de paisaje rodea la estatua, ciclópea, del peregrino caminando.

Otro trecho agotador, empinado, costoso, hacia el Alto do Poio.

En las alturas doblo mis rodillas ante el Padre, de quien procede todo bien en los cielos y en la tierra, para que conforme a la riqueza de su gloria, os robustezca de su Espíritu, de modo que crezcáis interiormente. Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que viváis arraigados y fundamentados en el amor. Así podréis comprender, junto con todos los creyentes, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo; un amor que supera todo conocimiento y que os llena de la plenitud misma de Dios.

Descenso continuado a través de Hospital, donde nos ofrecen filloas, de Fonfría, donde nos refrescamos con agua, de Viduedo, donde decidimos parar pues Cristina está agotada y no puede más, seis kilómetros más hacia Triacastela pueden ser una eternidad.

Nos quedamos en una casa que ofrece camas, pues en el pueblo no hay albergues ni hospital de peregrinos. La entrada a Galicia nos regala las primeras sábanas de todo el camino. Olor a vaca, prados, laderas verdes, queso casero, miel de las abejas de Viduedo, con las que se hace también la cera del cirio pascual, un orujo de hierbas que es agua de vida. La patrona, mujer hecha hospitalidad, nos cuida a cuerpo de rey. Estamos solos, no paran más peregrinos en esta población. La soledad, tan necesaria para poner el nido.

Aquí me tienes, Señor, escribiéndote estas líneas de peregrino, en soledad sonora, al caer la tarde, mientras te pido que sigas conmigo. Conmigo está la amistad de Itziar, Cristina, Marlon, y la vida fiel y compartida con Beltrán. Gracias.

Aquí me tienes, Señor, con los pies hechos trizas, ya será menos, al menos sí cansados y doloridos, uno cojo, con una ampolla nueva. Peregrino.

Celebramos la eucaristía debajo de un haya, junto a a un acebo, viendo el mar de montañas con el oleaje de neblina, encaje vespertino que emboza la noche. S dice hoy: Tu evangelio nos dice hoy: Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo. Y aquí estás. Iluminando con tu Palabra, y tu presencia, nuestra vida. Unión contigo.

Cenamos huevos fritos de gallina de corral, patatas de verdad, que son cachelos, queso, miel y membrillo por quinientas de las antiguas pesetas. Todo es gracia.

En tus manos.

La luna por pedestal. Sonetos de amor. La Asunción

Cacabelos-Vega de Varcarce
22ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Adelantamos la madrugada. A las cinco y media estamos caminando. Tememos el calor por el arcén de la carretera nacional, los camiones, las estrechuras de Piedrafita. La marcha es sencilla hasta Villafranca. La luna, llena, se va poniendo acariciando la montaña, y asistimos a un espectáculo insólito, como si fuera escalando por la ladera, reposando en la cumbre y, finalmente, deslizándose por la pendiente hasta la luz de un nuevo día, cuando se oculta. El ir caminando nosotros hacia la luna, permite este efecto óptico: la luna por pedestal de la cima. Montes y cumbres, bendecid al Señor. Sol y luna, bendecida al Señor.

Villafranca es una ciudad agradable, con su sabor medieval que despierta. La Iglesia románica de Santiago, la Puerta del Perdón, donde los peregrinos impedidos conseguían la misma indulgencia que llegando a Santiago. Me repito que Llego a Santiago cada día. Quiero llegar a Santiago, por amor a tu nombre.

Desayunamos en una posada, sencillamente, pero lejos de las austeridades de la primera semana, de Castilla. El cuerpo se va festejando con la cercanía de Galicia, que se intuye, y adquiere una mayor levedad, nuevos bríos y ánimos, a pesar de las ampollas y dolores del camino.

Me asusta el asfalto reconcentrado de calor en las ampollas, cada paso que doy por la carretera. Me habían contado tantas truculencias del paso por el arcén de la nacional seis, y había desbordado mi imaginación varias veces, que no me parece tan tremendo. Encajonados por el valle, coches y peregrinos.

Hago la marcha con tu nombre; con el sol acariciando las frondas y descargando en los descampados; con la paz de quien va caminando y solo se preocupa del ahora, de los pies en el sendero, del ruido del pasar. Con el bien del saberse en armonía con uno mismo, con a naturaleza, por los senderos de la vida. Brotan los versos del poeta sacerdote, que tanto me acompañaron en los atardeceres romanos:

Contigo el sol es luz enamorada
y contigo la paz es paz florida.
Contigo el bien es casa reposada
y contigo la vida es sangre ardida.
Pues si me faltas Tú, no tengo nada:
Ni sol, ni luz, ni paz, ni bien, ni vida.

Mezclo sonetos, sin duda, pero te sigo diciendo, el un murmullo de versos que hacen nido de amor en mi corazón:

Ya de hoy no más me saciaré con nada,
sólo Tú satisfaces con tu todo.
Un espejo seré de tu mirada,
esposados los dos, codo con codo.
Y cuando pongas fin a mi jornada,
yo seré Tú, viviendo de otro modo.

A las doce, hora tan mariana, en este día de la Asunción, entrábamos en el refugio, donde una ducha de agua fría, literal, descansa nuestro cuerpo agotado. Vista a los montes de Ruitelán, con las ruinas del castillo recortadas al sol. Me imagino que uno de esos montes será el legendario Cebreiro. Mañana entraremos en Galicia, terra a minha mae.

Me parece increíble mirar hacia Roncesvalles, seguir las huellas de los sellos en la credencial, y contemplar todo el camino a mis espaldas, mochila de peregrino. Me quedo ensimismado, espero que en ti. Y de nuevo me pongo en tus manos, porque tú estás siendo mi camino. Gracias por el rato que he estado contemplando la montaña. Si escalo al cielo, allí estás tú.

Participo en la segunda eucaristía de la Asunción, hoy del día, ayer de víspera. Muchos peregrinos celebran esta solemnidad que nos habla del destino glorioso de la humanidad, anticipado en María.

Dichoso el vientre que te llevó. Dichosa tú María, porque has creído.

Eres tú, María, la mujer vestida de sol, la luna por pedestal.

Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.