Monte de Gozo. Pórtico de la Gloria. Por amor a tu nombre

Santa Irene-Santiago de Compostela
Ultima Etapa

Salimos de Santa Irene a la hora de la oscuridad. Arriba, el cielo, estaba claro y estrellado. Dentro de mí, ancho. En la medida que íbamos bajando al valle entrábamos en la bruma. Vapores mágicos en los bosques de eucaliptos, en las últimas corredoiras, en las subidas y bajadas del camino. Camino, camino, camino, como tránsito gozoso hacia el pórtico de la gloria.

Se me seguía dilatando el corazón y las piernas me conducían imparables, como si nunca hubieran estado cansadas, con espíritu renovado. Camino de encuentro contigo, camino en tu presencia.

El monte del gozo estaba neblinoso y no vimos las torres de la catedral. Nos se veían, pero estaban allí. Imagen de la fe.

La entrada a Santiago no se me hizo nada pesada, tanto era el deseo, tanto me ardía el corazón.

Al ver la catedral, desde la vía sacra, por la plaza de Quintana, voy llorando. En silencio.

Todo es como un sueño: haber llegado, los rituales, el pórtico que anticipa la gloria que me tienes prometida en Cristo Jesús, la meta, tú el camino, la verdad y la vida.

Voy a la sacristía. No hay ningún problema para concelebrar. Gracias, Señor, por este inmenso don de darte, gracias unido a Cristo.

Antes hago una larga cola para abrazar a Santiago y en el abrazo pongo todo mi ser. Con devoción bajo a la cripta del sepulcro y allí te pido por mi misión de apóstol y evangelizador, por mi sacerdocio.

Me tienes en un silencio profundo.

A pesar de estar cansado por los kilómetros de hoy, de tener los pies cocidos dentro de las zapatillas con las que he andado, en la eucaristía me tienes profundamente recogido. Gracias.

Santiago me hace el regalo del evangelio: tan unido a mi vocación.

El muchacho le dijo, todo eso lo he cumplido. ¿qué me falta?.Jesús le contestó: Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, dáselo a los pobres – así tendrás un tesoro en el cielo- y luego vente conmigo”

Tu palabra par mi vida. La confirmación de la vocación. Una opción por los pobres. Es tu palabra al final del camino. Si quieres llegar al final vende lo que tienes, da el dinero a los pobres, y vente conmigo. Hazme disponibilidad total para ti. Quiero y elijo pobreza con Cristo pobre. Sea lo que sea, te doy las gracias.

Dame, Señor, tu fortaleza.
Indícame el camino que he de seguir.
Tú estás conmigo, eres compasivo y misericordioso. Me colmas de gracia y bendición y de ternura.
Tu gracia vale más que la vida.

Por la tarde estuve un rato de silencio en la capilla del Santísimo, en la catedral. Adorándote. En un agradecido trato de amor.
En la credencial me ponen el sello de Terminó su camino, en Santiago de Compostela.
En el cuaderno, pongo el sello de Santa María del camino, en Santiago de Compostela.

II
María Reina

A las siete y media de la mañana estoy en la catedral, silenciosa, solo dos o tres peregrinos madrugadores, que van llegando con sus mochilas.

Solo contigo en el Pórtico de la Gloria, dejándome acoger por ti.
Solo contigo, en la intimidad, en un prolongado rato de oración, tras la eucaristía.

En un buen rato de intimidad, solo, abrazando de nuevo a Santiago, apoyando en sus espaldas mi camino. Un instante de nuevo, en el sepulcro, cuando los canónigos entonaban el Hosanna y comenzaban el canon romano, en la capillita de la cripta.

Eres la delicia de mi corazón.

Te han explicado, hombre, lo que Dios quiere de ti: simplemente que respetes e derecho, que ames la misericordia y andes humilde con tu Dios.

Señor, Jesús, ten misericordia de mí.

Me pongo en tus manos. Sea lo que sea, te doy las gracias.

En la memoria litúrgica de María Reina del año Jubilar
Dos mil años de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo.

El ocaso. Cerca del final. Perdidos

Melide-Santa Irene
27ªetapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

En la oscuridad, como todas las mañanas, el camino se inicia en la oscuridad, salimos del albergue. Beltrán olvidó su cartera, con dinero y la tarjeta de crédito, en la cocina y allí estuvo toda la noche. Nadie quitó nada, es agradable ver la honradez de la gente, tan cerca del sepulcro del apóstol.

Empezar a andar y empezar el diluvio. Como en Roncesvalles. Nos tenemos que refugiar bajo un balcón. Vemos llover. Como no escampa, aunque amaina, seguimos caminando. La linterna filtra de luz la cortina de agua. En un momento dado no vemos la flecha amarilla, en una desviación, y seguimos caminando.

Tan cerca del final nos perdemos. Desandamos lo andado. Una sencilla lección.

La segunda parte de la marcha, después del desayuno, se me hace muy pesada, lenta, limitada. No disfruto de los paisajes, que son hermosos y suaves, frescos y prolongados, verdes, boscosos, con olor a tierra mojada y eucalipto, con sabor a meta que se va logrando.

Por primera vez voy al último del grupo, renqueando, con esfuerzo y fatiga. Otra lección.

Me sigues enseñando a caminar tu mismo camino, derramas sobre mí tu Espíritu.

Caminad según el Espíritu, y no os dejéis arrastrar por los apetitos desordenados. Ahora bien, las obras de la carne son bien claras: lujuria, impureza, desenfreno, idolatría, supersticiones, enemistades, disputas, celos, iras, litigios, divisiones, partidismos, envidias, homicidios, borracheras, comilonas y cosas semejantes a éstas. Os advierto, como ya antes os advertí, que los que se entregan a estas cosas no heredarán el reino de Dios. Por el contrario, los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia; contra estas cosas no hay ley. Los que son de Cristo Jesús han crucificado los apetitos desordenados, con sus pasiones y apetencias.
Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu.

En el único bar que vemos tomo una manzana, la saboreo. Pero parece que todo el cansancio del amino me viene de golpe, el final de la etapa se me hace eterno, fuerzo la pierna, tengo una especie de calambre agarrotado en la mente. Me digo que me quedan veinte kilómetros y, aunque todos los días llego a Santiago, mañana entraré en Compostela.

En medio de tanta limitación en medio del camino me ha embargado una emoción honda e intensa. Así, Señor, se me en tus manos. Desde el primer momento hasta el último.

Llegamos al albergue, una casona junto a la carretera nacional que une Lugo con Santiago. Solo estamos once personas, tenemos sitio, ducha, descanso. Es un albergue menor, más retirado de las etapas oficiales, de las guías. Volvemos a preferir una cierta tranquilidad y descanso. Para ir a comer tenemos que retroceder un kilómetro por el arcén, parece imposible pero es un suplicio, vamos como borrachos, dando tumbos, sin poder andar normalmente.

En el restaurante, desbordados por la avalancha de quince comensales peregrinos, nos tienen dos horas esperando. Pongo a prueba mi paciencia, y no con excesivos buenos resultados. ¿Qué hay de mi aceptación del a realidad?

Toda la tarde ha ido llegando gente al albergue. Son las ocho y continúa la riada: les dan sitio en el suelo, en los huecos junto a las camas. Cada uno viene con una historia que contar, un problema, una dificultad, una limitación, una esperanza a punto de cuajar.

Fuera a ratos llueve y ratos sale el sol. El camino y la vida.

Me está dando un cierto agobio llegar a Santiago, entrar en la realidad de la multitud, de la ciudad, dejar la peregrinación…Ayúdame a vivir en la realidad y no en la fantasía imaginada.

En muchos momentos, a lo largo del día de hoy, he recordado que este camino lo he hecho por amor a tu nombre. Me han venido en un todo, en un aleph, etapas, nombres, lugares, personas, en una sensación de globalidad y plenitud, sentimientos. En la cama, con los ojos abiertos, llenos de lágrimas, voy repasando la película d e mi propia vida en el camino, poniéndola en tus manos. Gracias, Señor.

Dame un corazón agradecido. Que cante tus alabanzas y te de gracias por todo lo que has hecho germinar en mi corazón a lo largo de éstos días. Por todo lo que me has enseñado imperceptiblemente. Haz tú que este camino de frutos abundantes y duraderos. Para que, enriquecido con tus gracias y virtudes, vuelva a casa lleno de saludable y perenne alegría.

Me admira que me hayas concedido que, en ningún momento, a pesar de las dificultades y limitaciones, haya tenido una tentación real de abandonar el camino. Gracias porque no me he sentido desesperado ni he experimentado miedo, más que de mí mismo. Me he descubierto con más fortaleza física, y psíquica, de la que imaginaba. Don que procede de ti. Don que me has dado con Beltrán, principalmente, y con Marlon, Itziar y Cristina. El don de la comunidad. Gracias, Señor.

Antes de meterme en la cama veo la puesta de sol. La toco cerca, estamos ya en el ocaso. Fin del camino. En tus manos.

Lluvia de Gracia. Rico en misericordia. Callan las palabras

Gonzar-Melide
26ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Comenzamos la marcha con lluvia, casi una hora, ininterrumpidamente, con las capas de caracol. A la incomodidad inicial viene luego la aceptación, un tanto resignada. Porque ¿quién prepara cauces al aguacero y señala camino a la tormenta, para traer la lluvia a tierras despobladas? ¿Puedes levantar tu voz hasta las nubes para que caiga un aguacero sobre ti? ¿Están a tus órdenes los relámpagos y te dicen: “Aquí estamos”?

Vamos a llegar a Santiago, si es tu voluntad, con lluvia o sin lluvia, secos o mojados. En tus manos.

A las entrada de Melide, durante media hora, el diluvio universal. Empapados. Los pies, que hasta entonces se habían mantenido secos, se convierten en lagunas, tras remansar en ellos los ríos de las calles, cauces impetuosos. Llegamos al refugio envueltos en la tormenta, en medio de una ciudad que prosigue la vida, y sus fiestas de San Roque, como si no hubiera lluvia.

En la marcha me has mostrado la importancia de la gratuidad en la peregrinación. Por amor a tu nombre. Nada más. Por amor a tu nombre subir y bajar, ir y venir, pasar y cruzar, caminar y parar, andar y andar, hoy por unos pasajes húmedos y suaves, de una infinita melancolía estática, y estética.

Emoción al entrar en la provincia de La Coruña. Siempre contando: Navarra, La Rioja, Burgos, Palencia, León, Lugo y ahora, por fin, Coruña. España de Este a Oeste. De la salida del sol hasta su ocaso.

Todo húmedo; la ropa sin secar; las tripas revueltas, pero Santiago a dos días. Hemos lavado la ropa a mano, como todos los días, la hemos metido en una secadora, es el primer refugio con secadora, y sigue húmeda. Mañana tendré que caminar con un uniforme distinto, después de tantas jornadas con la misma camiseta, los mismos pantalones –los segundos, pues los primeros se deshilacharon de tanto roce-,los mismos calzoncillos y calcetines, eso sí, lavados todos los días.

Paseo con Beltrán un poco hacia la nada. Entramos en una iglesia y me quedo con la mirada perdida, en ti.

Cada palabra tuya tiene un eco inmenso y desarrolla caudales en mi ser:

Pero Dios, rico en misericordia, por el inmenso amor con que nos amó, nos dio vida juntamente con Cristo (pues habéis sido salvados por pura gracia) cuando estábamos muertos por el pecado, nos resucitó y nos hizo sentar con él en los cielos con Cristo Jesús, a fin de manifestar en los siglos venideros la excelsa riqueza de su gracia mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Habéis sido salvados gratuitamente por la fe; y esto no es cosa vuestra, es un don de Dios; no se debe a las obras, para que nadie se llene de vanidad. Él nos ha hecho, él nos ha creado por medio de Cristo Jesús, para hacer obras buenas tal y como él lo dispuso de antemano.

Con esos ecos, que no apagan cientos de gaitas que toan en la plaza mientras celebramos la eucaristía me embebes: rico en misericordia, inmenso amor, nos resucitó, manifestar la excelsa riqueza de su gracia, salvados gratuitamente, don de Dios.

Todas las palabras callan.

Recréame con tu Palabra. En tus manos, Señor.

Sublime conocimiento. Aceptar la realidad. Me haces vivir tranquilo

Barbadelo-Gonzar
25ªEtapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

María y José no tuvieron sitio en la posada, no encontraron un lugar en el albergue. El Salvador del mundo nació en un establo. No nos debe preocupar dormir esta noche aquí o allá, al raso…Sí es más triste el ambiente de caravana gigante, de turismo barato, de vacaciones esotéricas, en el que parece se ha convertido el camino desde que pasamos Triacastela. También me repito no juzgues y no serás juzgado. En el camino hay sitio para todos, cada uno encuentra en la medida de sus capacidades, y muchas veces tú nos desbordas. Si me desbordas a mí, ¿por qué no vas a hacerlo con mi hermano?

Si tenéis algún consuelo en Cristo, alguna muestra de amor; si estáis unidos en el mismo Espíritu; si tenéis entrañas de misericordia, llenadme de gozo teniendo todos un mismo pensar, un mismo amor, una sola alma y unos mismos sentimientos. No hagáis cosa alguna por espíritu de rivalidad o de vanagloria; sed humildes y tened a los demás por superiores a vosotros, preocupándoos no sólo de vuestras cosas, sino también de las cosas de los demás. Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús…Dame tus mismos sentimientos Señor, dame tu mirada para mirar a los demás con el mismo amor con el que me miras.

Empezamos nuestra marcha nocturna, se repite la luna llena, se repiten los bosques encantados, entre las brumas, seguimos subiendo y bajando colinas, pasando por aldeas diseminadas, atravesando las calles de Santiago que en otras regiones han sido reales o mayores. Aldeas sin nombre, oscura, con olor a estiércol y panocha, con perros que aullan y hacen sonar las cadenas de los esclavos.

Unas señoras gallegas que venían desde Saint Jean Pied de Port comentan que dejan el camino, que no resisten el ambiente que se está creando, que…

Aceptar la realidad. No empujar el río de la vida. Dejar que todo fluya. En tus manos, Señor. No darle valor a lo que no lo tiene. No hay mayor riqueza que ser peregrino por amor de tu nombre, sin que nada me sea debido, sin esperar nada, sin poner otro deseo que en ti:

Todo lo tengo por pérdida ante el sublime conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien he sacrificado todas las cosas, y las tengo por basura con tal de ganar a Cristo y encontrarme en él; no en posesión de mi justicia, la que viene de la ley, sino de la que se obtiene por la fe en Cristo, la justicia de Dios, que se funda en la fe a fin de conocerle a él y la virtud de su resurrección y la participación en sus padecimientos, configurándome con su muerte para alcanzar la resurrección de los muertos. No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús.

Nos encontramos ayer, por Sarria, al catalán con el que bajamos de Roncesvalles hasta Zubiri, y luego de allí a Pamplona. Esta mañana vemos al señor inglés, mudo y callado, al que no veíamos desde Reliegos. Nos ha dado la mano y ha sonreído. Olemos la tumba del santo y esto nos tiene como en una euforia tenue, pero euforia al fin y al cabo.

En la siesta comienza a llover, Galicia nos está recibiendo. ¿Qué hubiera sido el camino con lluvia? ¿Qué con…? No quiero jugar a variar. Todo lo que he recibido es don tuyo.

Parece que n pasa nada estos días. Pasa que el camino se condensa, se centra, que ya uno no piensa, ni reflexiona mucho, ni mira, sino que se hace camino y escucha tu Palabra. Me da la impresión de que todo se simplifica.

Lloviznea, escampa, y vuelve a lloviznear. Como la lluvia mansa, tu palabra empapa mi tierra.

Tarde de silencio y contemplación, repitiendo tu nombre.

Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí.

Para no privarme de nada, las tripas se revuelven y comienzo con descomposición.

Entro en el sueño. En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tú solo Señor, me haces vivir tranquilo.

Masificados. Amados por Dios. Nuevas tentaciones

Viduedo-Barbadelo
24ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Escribo en los tablones, que me imagino centenarios, de una casa, probablemente fue la casa cural, luego dirán que del sacristán, junto a la iglesia de Barbadelo. El olor a vaca, la paja que fermenta y que está en balas bajo nuestras narices, dentro de la casa, las inevitables golosas, que me comen a estas horas todas las tardes, ayer en sábanas, hoy en el suelo.

Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que él ha llamado según sus designios. Y a los que desde el principio destinó, también los llamó, a los que llamó los puso en camino de salvación; y a quienes puso en camino de salvación les comunicó su gloria.

¿Qué más podremos decir? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?
El que no perdonó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente con él todas las cosas?

¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?

Así es, Señor. Cuánta verdad.

Castaños y robles centenarios, que abrazo con la mirada.

Hemos llegado a Barbadelo, mucho más que una pequeña aldea somñolienta, a la hora de comer. En el albergue solo nos ofrecen el suelo junto a los lavabos. Quedan cinco plazas. Imposible extender las esterillas, pues el pasillo es estrecho. El panorama no podía ser más desolador, aunque lo he aceptado tal y como es, es la realidad, es lo que hay, no quiero hacerme un mundo, ni rumiarlo excesivamente. Lo acepto pero busco también otra solución, ahí está el equilibrio, aceptación de entrada, y manos a la obra.

En un caserón inmenso, junto a la Iglesia de Santiago, románica, con un pórtico lleno de símbolos, en la clave creo que está la resurrección, una familia nos acoge a dieciséis peregrinos. Un cierto misterio gallego, pues no quieren que en el pueblo, tan mínimo, se sepa. Os acogemos no por dinero, sino porque sois peregrinos. Pero lógico es que nos paguéis algo por los gastos y las molestias: aceptamos la voluntad.

La entrada a la casa de piedra; el zaguán oscuro y fresco; el perro, el heno, la escalera de madera que trastablillea, el crujir, la suciedad, los miles de bichos diminutos que corretean por el suelo, como motas de polvo animadas, me trasladan a una realidad de peregrino casi medieval.

Agradecer al matrimonio que nos da techo y cobijo, posibilidad de ducha, y espacio para lavar la ropa en una laja de piedra, en un pilón con tanta suciedad como jabón. Agradecer la mediación de tu don.

Calcula el paisano, por lo bajo, que en estas fechas están pasando unos mil peregrinos diarios. Cada año más. ¿Qué mueve a los romeros a Santiago? Dicen que la señora del bar sirvió ayer más de doscientas comidas. Estamos desbordados, dicen. Todo se anda en decires.

Me temo mucho que la masificación va a ser el pan nuestro de cada día hasta Compostela.

Me brotan nuevas tentaciones: el considerarme superior por se un peregrino que viene desde más lejos; el preocuparme por si mañana dormiremos ¿dónde? pues la masificación todo lo alcanza; el desprecio a otros peregrinos más bullangueros, más turistas, como si ellos no fueran hijos tuyos.

Celebramos la eucaristía, a la que se añaden algunos peregrinos, en la joya del románico gallego escondida en esta aldea. Una vez más en ti encuentro reposo y sosiego. Vienes a mí. Me introduces en tu camino y en tu vida. Gracias, Señor.

Anchura, longitud, altura, profundidad

Vega de Varcarce-Viduedo
23ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Acompañados por las sombras de la noche, la luna llena juega con la luz del bosque, nos adentramos hacia el Cebreiro. De todos los nombres oídos del camino, de tantas anécdotas compartidas en los últimos años, de tantas cumbres coronadas, el Cebrerio tiene la fuerza mítica de un ochomil, para los pies del peregrino. La entrada a Galicia, a la tierra donde descansa el apóstol, el zambullirse definitivamente en el verde, el suave declinar hacia el final, tiene el peaje de las alturas, y la belleza incomensurable de las cumbres.

Subir a la montaña, donde siempre habitas. En la zarza ardiente, en el susurro de la brisa, en el sacrificio del hijo amado, en…

Subida del Monte Carmelo: nada, nada, nada. No espera nada. No desear nada, no querer sentir nada. Entregarte todo: las resistencias, las fatigas, las constancias, la disciplinas, las limitaciones, el propio pecado, lo pasivo, lo activo, las propias noches de fe, esperanza y caridad. Entregarme.

En tus manos, Señor, pues de tus manos recibo este regalo para la vida diaria.

De nuevo caen los mitos, como cayó el Muro de Berlín, como caerán tantos muros que seguimos levantando. La subida no era tan asfixiante como la cuentan los trovadores de la exageración. Es verdad que hay un primer tramo que deja sin aliento. Luego una subida continua, no excesivamente costosa. Dejamos atrás la Laguna de Castilla, tierra en un cielo de agua azul, y la misma Castilla y León, y definitivamente entramos en Galicia.

El paisaje, al clarear el alba, es hermosísimo. Montes y montes, montañas que se pierden en el horizonte, cordilleras, columnas vertebrales de cumbres. Una gozada. Pasado O cebreiro, as montanhas gallegas. El gozo de saber que estamos más cerca.

Pesada y calurosa se hace la subida hasta el alto de san Roque, el día de su fiesta. Una inmensidad de paisaje rodea la estatua, ciclópea, del peregrino caminando.

Otro trecho agotador, empinado, costoso, hacia el Alto do Poio.

En las alturas doblo mis rodillas ante el Padre, de quien procede todo bien en los cielos y en la tierra, para que conforme a la riqueza de su gloria, os robustezca de su Espíritu, de modo que crezcáis interiormente. Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones; que viváis arraigados y fundamentados en el amor. Así podréis comprender, junto con todos los creyentes, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo; un amor que supera todo conocimiento y que os llena de la plenitud misma de Dios.

Descenso continuado a través de Hospital, donde nos ofrecen filloas, de Fonfría, donde nos refrescamos con agua, de Viduedo, donde decidimos parar pues Cristina está agotada y no puede más, seis kilómetros más hacia Triacastela pueden ser una eternidad.

Nos quedamos en una casa que ofrece camas, pues en el pueblo no hay albergues ni hospital de peregrinos. La entrada a Galicia nos regala las primeras sábanas de todo el camino. Olor a vaca, prados, laderas verdes, queso casero, miel de las abejas de Viduedo, con las que se hace también la cera del cirio pascual, un orujo de hierbas que es agua de vida. La patrona, mujer hecha hospitalidad, nos cuida a cuerpo de rey. Estamos solos, no paran más peregrinos en esta población. La soledad, tan necesaria para poner el nido.

Aquí me tienes, Señor, escribiéndote estas líneas de peregrino, en soledad sonora, al caer la tarde, mientras te pido que sigas conmigo. Conmigo está la amistad de Itziar, Cristina, Marlon, y la vida fiel y compartida con Beltrán. Gracias.

Aquí me tienes, Señor, con los pies hechos trizas, ya será menos, al menos sí cansados y doloridos, uno cojo, con una ampolla nueva. Peregrino.

Celebramos la eucaristía debajo de un haya, junto a a un acebo, viendo el mar de montañas con el oleaje de neblina, encaje vespertino que emboza la noche. S dice hoy: Tu evangelio nos dice hoy: Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo. Y aquí estás. Iluminando con tu Palabra, y tu presencia, nuestra vida. Unión contigo.

Cenamos huevos fritos de gallina de corral, patatas de verdad, que son cachelos, queso, miel y membrillo por quinientas de las antiguas pesetas. Todo es gracia.

En tus manos.

La luna por pedestal. Sonetos de amor. La Asunción

Cacabelos-Vega de Varcarce
22ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Adelantamos la madrugada. A las cinco y media estamos caminando. Tememos el calor por el arcén de la carretera nacional, los camiones, las estrechuras de Piedrafita. La marcha es sencilla hasta Villafranca. La luna, llena, se va poniendo acariciando la montaña, y asistimos a un espectáculo insólito, como si fuera escalando por la ladera, reposando en la cumbre y, finalmente, deslizándose por la pendiente hasta la luz de un nuevo día, cuando se oculta. El ir caminando nosotros hacia la luna, permite este efecto óptico: la luna por pedestal de la cima. Montes y cumbres, bendecid al Señor. Sol y luna, bendecida al Señor.

Villafranca es una ciudad agradable, con su sabor medieval que despierta. La Iglesia románica de Santiago, la Puerta del Perdón, donde los peregrinos impedidos conseguían la misma indulgencia que llegando a Santiago. Me repito que Llego a Santiago cada día. Quiero llegar a Santiago, por amor a tu nombre.

Desayunamos en una posada, sencillamente, pero lejos de las austeridades de la primera semana, de Castilla. El cuerpo se va festejando con la cercanía de Galicia, que se intuye, y adquiere una mayor levedad, nuevos bríos y ánimos, a pesar de las ampollas y dolores del camino.

Me asusta el asfalto reconcentrado de calor en las ampollas, cada paso que doy por la carretera. Me habían contado tantas truculencias del paso por el arcén de la nacional seis, y había desbordado mi imaginación varias veces, que no me parece tan tremendo. Encajonados por el valle, coches y peregrinos.

Hago la marcha con tu nombre; con el sol acariciando las frondas y descargando en los descampados; con la paz de quien va caminando y solo se preocupa del ahora, de los pies en el sendero, del ruido del pasar. Con el bien del saberse en armonía con uno mismo, con a naturaleza, por los senderos de la vida. Brotan los versos del poeta sacerdote, que tanto me acompañaron en los atardeceres romanos:

Contigo el sol es luz enamorada
y contigo la paz es paz florida.
Contigo el bien es casa reposada
y contigo la vida es sangre ardida.
Pues si me faltas Tú, no tengo nada:
Ni sol, ni luz, ni paz, ni bien, ni vida.

Mezclo sonetos, sin duda, pero te sigo diciendo, el un murmullo de versos que hacen nido de amor en mi corazón:

Ya de hoy no más me saciaré con nada,
sólo Tú satisfaces con tu todo.
Un espejo seré de tu mirada,
esposados los dos, codo con codo.
Y cuando pongas fin a mi jornada,
yo seré Tú, viviendo de otro modo.

A las doce, hora tan mariana, en este día de la Asunción, entrábamos en el refugio, donde una ducha de agua fría, literal, descansa nuestro cuerpo agotado. Vista a los montes de Ruitelán, con las ruinas del castillo recortadas al sol. Me imagino que uno de esos montes será el legendario Cebreiro. Mañana entraremos en Galicia, terra a minha mae.

Me parece increíble mirar hacia Roncesvalles, seguir las huellas de los sellos en la credencial, y contemplar todo el camino a mis espaldas, mochila de peregrino. Me quedo ensimismado, espero que en ti. Y de nuevo me pongo en tus manos, porque tú estás siendo mi camino. Gracias por el rato que he estado contemplando la montaña. Si escalo al cielo, allí estás tú.

Participo en la segunda eucaristía de la Asunción, hoy del día, ayer de víspera. Muchos peregrinos celebran esta solemnidad que nos habla del destino glorioso de la humanidad, anticipado en María.

Dichoso el vientre que te llevó. Dichosa tú María, porque has creído.

Eres tú, María, la mujer vestida de sol, la luna por pedestal.

Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Viaje a Itaca. Me escuece el ser. Me sondeas y me conoces

Acebo de San Miguel-Cacabelos
21ªEtapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.

Como un reloj de precisión, a las cinco y media estamos en pie, a las seis caminando. Los chicos del albergue, que ayer hicieron su primera etapa y se devoraron cuarenta kilómetros, queda atrapados en su desierto y nos dijeron que hoy se levantarían tarde. Una duda que pueda seguir.

Nos metemos en el monte, más matorrales, bajando hacia Molinaseca. El pueblo está en fiestas, y las calles son hoy ríos de agua, que tratan de lavar la cara al espanto nocturno.

En Molinaseca una pintada: no vayas aprisa, peregrino, la meta es el camino.

Desde hace días, creo que desde que todos los días, al llegar, me digo, y proclamo en alto: Ya hemos llegado a Santiago. Aquí y ahora es Santiago

Me brota el eco de la adolescencia, los cantos en catalán que no entendía:

“Cuando emprendas tu viaje a Ítaca, pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo. Quesean muchas las mañana de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!- a puertos antes nunca vistos.
Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento. Tu llegada allí es tu destino. Más no apresures nunca el viaje…”

Llego a Cacabelos a mediodía, con un calor terrible, con tu nombre en los labios. Atravesar toda la población hasta el albergue, cruzado el río, al final, un final que aparentemente, no llega nunca.

A la sombra de una Iglesia, la Virgen de las Angustias, un albergue de diseño, a estrenar. Camarotes de dos camas, madera, metal, minimalismo total. Vuelve la sensación de estar en un cuarto Debe tener unas ochenta plazas, debemos ser unos ciento cuarenta peregrinos, muchos dormirán al aire libre. Y siguen llegando.

Sigue enseñándome el camino a caminar; a ver cómo camino. Autosuficiencia, avasallamiento, un rosario de hermosuras que Beltrán, en silencio, me dice con solo mirarme, mientras me cura los pies. Me escuece.

A media tarde nos vamos a mojar los pies en el río Cúa. Todas las tardes ando como un pato, me parece increíble que por la mañana pueda caminar sin problemas. En el río todos los pies peregrinos a remojo, agua heladora, quedas nuevo. Parece un cuadro impresionista.

El pueblo está en fiestas, celebrando la Asunción. La eucaristía concelebrada por tres sacerdotes. Me llama la atención que no hay sermón. Me quedo con el Proclama mi alma la grandeza del Señor. Por María y por tantas bellezas y durezas como estamos viendo y padeciendo estos días.

El amigo, en su cuaderno, ha escrito:

El camino de Santiago tiene muchas cosas que nos impulsan a vivir desde el interior. Vivir desde la fe es vivir toda mi vida desde la profundidad que las cosas tienen. El camino de Santiago tiene muchas cosas que nos empujan a vivir desde el interior. Lo importante es hacer de lo que estoy viviendo como peregrino espacio del encuentro con Dios. Tener a Dios como compañero de camino. Muchos peregrinos, al escribir su diario, dejan que lo que han vivido les cale más hondo en su corazón, allí donde Dios tiene puesta su morada.

Señor, tú me sondeas y me conoces, me conoces cuando me siento y me levanto, de lejos penetras mis pensamientos. No ha llegado mi palabra a la boca y ya, Señor, te la sabes toda. Tanto saber me sobrepasa, es sublime y no lo abarco. Señor ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino recto.

La cruz y la misericordia. Ten piedad de mi, pecador

Santa Catalina de Somoza- Acebo de San Miguel
20ªEtapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mi lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.

Gracias, Señor, por este día hermoso, magnífico, de delicada intimidad contigo en una de las jornadas más completas, más bellas, más suaves, más…gracias.

Salimos por el camino de estrellas, que se va abriendo hacia la cresta de los montes, hasta introducirse en bosques y robledales espesos. Llega el clarear del nuevo día y van despertándose las imaginaciones, como si de conversaciones con un pollino se tratara.

¡Qué encanto este el de las imaginaciones! Todo va y viene en trueques deleitosos; se mira todo y no se ve, más que como estampa momentánea de la fantasía…Y anda uno semiciego, mirando tanto adentro como afuera, a veces, en la sombra del alma la carga de imágenes de la vida, o abriendo al sol, como una flor cierta y poniéndola en una orilla verdadera, la poesía que luego nunca más se encuentra, del alma iluminada.

Paramos junto al Roble del Peregrino, cientos de años de sombra y vida, susurrando su melodía. A las ocho, recién amanecido, acaricia el sol la torre de la Iglesia de Santa María, en Rabanal. El pueblo resurge a la vera del camino. Se restaura, se remodela, se revitaliza con el continuo trasiego de peregrinos.

De Rabanal una buena subida, llena de brezo, entre matorrales y espinos, hasta Foncebadón. A veces la retama es más lata que nosotros mismos. De nuevo la imaginación me hace ver a Mosiés cruzando a pie enjuto el mar rojo, las aguas separándose como verdes escobones. Llegamos a Foncebadón, pueblo desierto, en ruinas. Beltrán nos dice que es la primera vez que no lo atraviesa con una espesa niebla. Hace años se despistaron y dieron una vuelta a la redonda, perdidos. Pueblo perdido. Abandono. Ni fuente.

De Foncebadón a la Cruz de Ferro otros dos kilómetros de subida, viendo todos los valles nemorosos, mil gracias has ido derramado por estas espesuras.

De pronto nos damos cuenta que ha cambiado Castilla, que ya no hay un horizonte único, una recta inmensa, sino oro paisaje. Otro paisaje interior.

Hacia la cruz de Ferro voy pidiéndote, con más fuerza si cabe, perdón por mis muchos pecados y negatividades. Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de mí. Me voy preparando para poner junto a tu cruz la piedra que cogí en Roncesvalles, y que he traído hasta aquí, en la mochila, cargando con mi propio peso de mal. Parece mentira haber llegado hasta aquí.

Llegar junto a la cruz, en el punto más alto de todo el camino, mil quinientos metros, subir el milladoiro que la sostiene, poner la mano en el palo de la cruz, anticipando el ya estoy en el parteluz del pórtico de la gloria. Crucem tuam adoramus, Domine, resurrectionem tuam, laudamus Domine.

Ha sido un acto profundo de adoración, de sentirme junto a tu cruz, de dejar mi pecado junto a ella, de bañarme con tu misericordia. En un marco hermosísimo de alta montaña.

Allí, a la montaña, me has subido. Te he escuchado el camino de las bienaventuranzas, he escuchado al Padre presentándote como su Hijo Amado, te he visto lleno de luz. Te he adorado.

Comenzamos a bajar, a bajar, a bajar, a bajar, para entrar en el Bierzo, rodeados de montañas. De nuevo parecía que el pueblo no iba a llegar nunca, y llegó.

San Miguel, calle de piedras, casas de piedras, refugio de piedra. Gracias, Señor.

A las cinco eucaristía en la iglesia del pueblo, ermita diminuta calurosa llena de gente. Dice el cura que en invierno hay catorce habitantes. Predica una homilía bien hermosa sobre el pan de vida. Tú, Señor, me alimentas. Gustad y ved que bueno es el Señor. Me sacias como de enjundia y de manteca, y mis labios te alaban jubilosos.

Tras la eucaristía, vuelvo al albergue: escribo, me masajeo los pies, que me ponen en la tierra, que me permiten caminar la realidad, Beltrán me cura las ampollas y me dejo curar y querer.

Desde la terraza del pueblo vemos una solemne puesta de sol. Estamos más cerca. Gracias.

A pie hacia el Calvario. La amistad, don del camino. Nada te turbe

Hospital de Órbigo-Santa Catalina de Somoza
19ª Etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, padre.

Camino mal, muy mal. Me duele. De nuevo pienso que se puede terminar aquí mi camino, hasta Astorga llegué, justo de donde parte el camino que hacen tantos conocidos, en parroquias, colegios. Trato de ver símbolos donde solo hay fantasmas diurnos y traiciones, puñaladas traperas, de mi propia imaginación que se empieza a llenar de ampollas: me imagino que se me gangrena el dedo, que me tienen que cortar el pié. Ando, forzándome al máximo, y eso me hace ir cargando las pantorrillas. Entonces recuerdo haber leído que al forzar se produce la tendinitis, y ya me veo con la mayor de las tendinitis de cuantos peregrinos han sido, y caigo rodando por la pendiente de mi propia hipocondría. Pero sigo caminando.

Llegamos pronto a Astorga y allí nos separamos de Cristina e Itziar, y de Marlon, tras veinte días de caminar juntos. Abrazos y adioses. Breves. Ellos se quedan para ver las edades del hombre, tomar mantecadas y roer chocolate duro y negro.

La amistad es un don del camino. Caminar con Beltrán me da seguridad; me gusta sentir su presencia silenciosa, llena de ternura. Son muchos años y muchos caminos juntos, con sus dificultades de convivencia, con un profundo respeto, con algún que otro malestar. Nos conocemos desde jóvenes, hemos compartido muchas historias en tu nombre Señor: proyectos evangelizadores, de vida, de comunidad…ahora compartimos el camino. Procuro no atosigarle ni avasallarle. Respetar su ritmo. Al tiempo, estoy aprendiendo mucho de él. Gracias, Señor, por habérmelo puesto como compañero en el camino.

Beltrán va cantando nada te turbe nada te espante y durante varios kilómetros se ha ido adueñando esta melodía de la oración con tu nombre, y tu nombre me ha dicho venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré. He puesto mi cruz junto a tu cruz, Señor, te he expuesto mi causa, y me quedo aguardando. Siguen las ampollas y su dolor.

Caminaré en presencia del señor en el país de la vida.

De Astorga a Santa Catalina de Somoza me entra la pájara, la tan temida pájara de los ciclistas cuando subían el Alp d’Huez o el Tourmalet en el Tour de France. Creo desfallecer y llego desfallecido. Pensábamos ir hasta el Ganso y en Santa Catalina le digo a B. Que ni un paso más. No puedo con mi ser. Me tumbo en la calle, con escalofríos, buscando una sombra inexistente. El albergue no lo abren hasta las tres y son las doce del mediodía.

Nos hemos ido juntando un grupo de lisiados: un chico al que tuvieron que darle dos puntos en los pies, por un problema de ampollas más resuelto ( se me abren las carnes); un matrimonio joven de Barcelona que empezó en León y hoy está al borde del abismo, una chica asturiana, delgadísima, que tiene tendinitis…y por el Camino Real siguen pasando peregrinos, más ágiles, más frescos, que seguramente llegarán hasta Rabanal. Algunos se paran y nos desean ánimo a esta cola de dolor que se va formando al margen del camino.

La herida, no la ampolla, se convierte en fuente de dolor, transverberado en poesía:

“Hay que beber a morro del dolor, como se bebe de las férreas fuentes. Bebo en las fuentes amargas y densas, con sabor a hierro y a muerte. No huyo de mi dolor, no me lo dosifico, como el suicida, precavido o la dama sin sueño. Bebo y bebo.”

Todo fluye. Gratuidad. Saciaos de mis frutos

León-Hospital de Órbigo
18ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre.

Las normas del albergue de las carvajalas, en León, no dejan salir a los peregrinos hasta las seis de la mañana. A esa hora los hospitaleros abren la cal y el canto. Han preparado, para los que vamos a empezar a caminar, un desayuno de leche caliente, galletas, y una buena dosis de gratuidad.

Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.

Hay que descubrir que la vida es un don o mejor dicho, una continuidad de dones, muchas veces inesperados, como este desayuno, el primero que nos ofrecen en el camino. La vida está llena de sorpresas, cosas inmerecidas, gratuitas, inesperadas… como este desayuno que, si bien nos ha retrasado el empezar la marcha, nos ha permitido gozar de la generosidad gratuita que al amanecer te ofrece leche caliente y en la canícula una sandía fresca.

Pensábamos llegar a Villandangos del Páramo, a 21 kilómetros de León. Hacer hoy una marcha corta, descansar, como ayer, en el ecuador de nuestro camino, tomar fuerzas para llegar a Santiago…Escribo esto, desecho, en el Puente y el Hospital de Órbigo. Han sido 34 kilómetros de calor: una marcha larga, la mayor desde Roncesvalles. Uno propone, y tú dispones, que dice el dicho.

Dejamos León a través de unos barrios interminables y feos, tras atravesar el centro de la ciudad, y poner la mirada en el hospital de san Marcos. Fue hermoso cruzar su puente para adentrarse, hasta la Virgen del Camino, en un corredor industrial que desazonaba el alma.

Recordaba el santuario de la Virgen, hace casi veinte años, junto a un camino. Guardo en el corazón muchas cosas, sin saberlo, y de pronto me vienen a la memoria. María también guardaba en su corazón las cosas de Jesús, sus asombros por oír lo que decían del niño, su desazón por no haber sido acogida en ninguna posada, la bendición en la que había prorrumpido Isabel al verla, los imposibles haciéndose realidad en su vientre…recordar, volver a pasar por el corazón, como hago al escribir de nuevo un camino escrito hace varios años, como la Virgen guarda el nombre de todos los peregrinos.

Venid a mí y saciaos de mis frutos, ni recuerdo es más dulce que la miel, mi herencia más dulce que los panales.

El camino, pararalelo a la carretera, es ruidoso y feo. En la fealdad vamos buscando algo, y no lo encontramos. Bello es el rostro de la tierra, bello hasta cansar el corazón, Dios mío.

Legamos a Hospital de Orbigo a rastras. Cruzamos el puente: pasa el río: todo fluye. Atravesamos juntos el puente del siglo XII, hermosísimo, tantas pisadas, tantos peregrinos, tanta historia en cada arcada.

Patio de pueblo, agradable, fresco, acogedor de peras y agua, donde encontramos a los que salieron ayer de Sahagún. Nada más llegar y a pesar de ser más de las tres de la tarde, en vez de la hiel del calvario nos ofrecen una jugosísima rodaja de sandía. Gracias.

Así pasamos la siesta del bochorno plomizo, en un cuarto con vigas de madera y olor a viejo. Descansar y reponer fuerzas. Las ampollas, no muy grandes, me hacen polvo, me aguanto. Recuerdo las ampollas del francés de Estella, en Villarcázar, en… Te pido, Señor, que los pies me sigan conduciendo hacia ti y, en la medida de lo posible, hacia Santiago.

Se fue condensando el calor y a media tarde descargó un aguacero, sin parar, el río era agua que caía del cielo. Me refugio en el atrio de la iglesia. Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero los umbrales del señor…Entro a rezar y están en el rosario, mojando avemarías. Bendito el fruto de tu nombre, Jesús, que se hace letanía de viejas, que se transforma en nana de aya, que mecen mi espíritu, que me adormecen en ti, como un niño en brazos de su madre. Celebran tres sacerdotes. El que preside lo hace en voz baja, rápido y distraído. A pesar de todo, estás tu presente, te haces don.

En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque sólo tú, Señor, me haces dormir tranquilo.

Gloria. Al alcance de la mano. San Juan de la Cruz peregrina conmigo.

Reliegos-León
17ª etapa

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.

Al llegar a León me abraza la certeza de que Santiago está al alcance de la mano. Tiemblo de emoción. Procuro combatir la ansiedad de llegar.

A las cuatro y media… el sueño del peregrino es tan frágil como profundo. Despertar y ponerse a caminar: que yo bien se la fuente que mana y corre, aunque es de noche.

Nos perdemos por el pueblo, tan diminuto. Noche estrellada, bellísima, calurosa; y nosotros en el laberinto de las calles. Queríamos salir pronto y nos enredamos en la propia desorientación, no encontramos la salida, volvemos sobre los mismos pasos. Éramos ocho a opinar, por aquí, por allí, a oscuras…Confusión, babel, una tensión sorda. Todo pasa: siempre hay un final y una apertura.

Rua de árboles en la noche hasta Mansilla de las Mulas. Atravesamos la ciudad de noche. Piedras, iglesias, sombras.

A oscuras y encelada, estando ya mi casa sosegada.

Andaderos, caminos, senderos, arena, piedra, cielo:

En la noche dichosa, en secreto que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía.

Pueblos desperezándose: Villamoros de Mansilla, Puente de Villarente, Arcahueja ( la fuente que mana y corre de la plaza, deliciosa), Valdelafuente…¡qué nombres más ricos!¡qué pueblos más pobres!

Las ampollas me han molestado en el camino. A veces apretaba los dientes de rabia y resignación. Sigo cojo y ahora con ampollas. No he parado. Hasta León. Con tu nombre como consuelo y bálsamo.

La entrada en León no es tan pesada como imaginaba, ¡ay imaginación peregrina! Lo primero que vemos fueron las agujas de la catedral, parecía que se pudiesen tocar con las manos. Iglesia siempre visible en una sociedad que la oculta tanto. Iglesia tan invisible, como germen, fecundando el mundo.

Ha sido una marcha corta. A las doce habíamos terminado las liturgias diarias. La ducha de agua de los montes de León, cortada a cuchillo de los neveros estivales. Frescos de agua limpia paseamos hasta la Catedral, la pulcra leonina por calles y callejuelas de ciudad vieja. Sobrecoge, cada vez que se llega, su belleza, su agilidad, su luminosidad de color. Estaba, Señor, transportado por tanta belleza, en el interior de tu casa, dentro de ti. No miraba detalles, los había hermosísimos, sino disfrutaba de la sensación completa de estar en armonía con los corazones que crearon tanta belleza par alabarte.

Veante mis ojos, pues eres lumbre dellos, y solo para ti quiero tenellos.

Estallido de tu gloria en paz. Hermoso rato de oración.

Descubre tu presencia y máteme tu vista y hermosura, mira que la dolencia de amor ya no se cura sino con la presencia y la figura.

Tarde de mayor descanso y oración. De nuevo en la catedral en la capilla de tu eucaristía. Sin palabras, estoy contigo. Estás conmigo.

Allí me dio su pecho, y yo le di de hecho a mí sin dejar cosa.

Eucaristía en el monasterio. El sol se llama Lorenzo, por eso celebramos hoy su fiesta. En todo su esplendor.

A las diez las Carvajalas, monjas benedictinas que nos hospedan en su albergue, invitan a todos los peregrinos a completas. Asistimos todos. Con mucha catequesis y sencillez explican el sentido de la oración, de los salmos. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.

Día de luz en León . Día de gloria.

La luz seca que nos ha enardecido la mañana y cegado el camino, que no la meta; luz que también ha caído, como estrella fugaz, en la noche abierta al sueño y al peligro.