Con Gregorio VII se inició la lucha de las investiduras, cuyo propósito era definir quién debía nombrar a los obispos: ¿ el Papa, o el Emperador? (…) o si se permite el anacronismo, ¿la Iglesia o el Estado?
Gracias a la solución del problema en sentido favorable a la Iglesia, el Estado dejó de ser omnipresente. La civilización europea aprendió que en adelante, el Estado no debería ocupar hasta el último centímetro del espacio social. (…) El reconocimiento de la limitación competencial del Estado creó las condiciones culturales y sociales para que surgiera lo que con el paso de los siglos se denominó Estado Limitado. Así, el ideal de Occidente -un Estado Limitado, en una sociedad libre- fue posible, en gran parte, por la lucha de las investiduras.
Política sin Dios,
G.Weigel