Henchida de Dios. Amor que revienta: Teresa de Jesús

Solo quien vivió a la vez entre ángeles y entre pucheros puede escribir con ese estilo que habla sin afectación ni ampulosidad de las cosas más elevadas; y que de las cosas más insignificantes habla con gozo, porque quien ama a Dios sobre todas las cosas ama también todas las cosas, sabiendo que en ellas está Dios presente(…)porque en todo lo que hacía y decía, en todo lo que pensaba y escribía hay un amor que le revienta las costuras del corazón, que traspasa cada célula de su cuerpo, que incendia con un ardor nuevo las rutinas más triviales. Santa Teresa está henchida y restallante de Dios, como las sábanas que se cuelgan del tendedero están henchidas y restallantes del aire de la mañana; y acercarse a ella es como anegarse en Dios mismo, en un Dios humanado y matinal, amoroso y trémulo como un cachorro.

Juan Manuel ed Prada, La hermosura misma, ABC 15.X.12

 

Saber mirar. Ver (VIII) Santa Teresa

El místico, cuando trata de describir sus experiencias más inefables, recurre al simbolismo, rompiendo los moldes que impone la lógica racional; el simbolismo de Santa Teresa nace, en cambio, de la observación cotidiana. El paisaje –no el paisaje artificioso y tópico propio de la literatura renacentista, sino el paisaje áspero y enjuto de Castilla– se convierte en alegoría de su aventura espiritual: los huertos rozagantes de verduras, refrescados por un pozo absorto, se convierten en refugios para la oración; las fuentes que surgen en el camino evocan la única agua que calma la sed; una liebre que brinca entre las matas o un gamo que busca un hontanar son vislumbres del alma en estado de gracia; un jabalí que hociquea furioso la tierra ilustra la desazón del pecado; los castillos amurallados y las torres vigía inspiran un vertical sentido de trascendencia. Y todo este rico simbolismo está expuesto con una simplicidad y llaneza en verdad milagrosas, con un estilo que Santa Teresa calificaba humildemente de «grosero y desconcertado» y que, en realidad, es la expresión más depurada, graciosa y elegante de nuestra bendita lengua; un estilo que pone a Dios ante los ojos del alma.

Juan Manuel de Prada, La hermosura misma, ABC 15.X.12

Apotegmas. El pecado y la gran obra del ser humano

El patriarca Antonio le dijo al patriarca Poimén: “Esta es la gran obra del ser humano: presentar ante el rostro de Dios su pecado y esperar la tentación hasta el último aliento”

Apo 4 [Alf, Antonio 4]

Un hermano preguntó al hermano Agatón acerca de la fornicación. Este le dijo: “Ve, arroja tu incapacidad ante Dios y encontrarás descanso”

Apo 103 [Alf, Agatón 21]
“El camino a través del desierto. 40 dichos de los padres del desierto” Anselm Grün

Ayer el joven rico preguntaba qué había de hacer de bueno para obtener la vida eterna ansioso por decirle a Jesús todos los preceptos que cumplía, y eso me conecta muy bien con estos dos apotegmas que nos recuerdan que lo bueno lo hace Dios, y que lo mejor que podemos hacer nosotros es reconocer humildemente nuestra debilidad y prepararnos para resistir ante la siguiente tentación sin creernos capaces por nuestras solas fuerzas mediante el cumplimiento de la ley, de llegar a Dios. El mero cumplimiento orgulloso nos puede hacer olvidar nuestra debilidad y convertirnos en blanco fácil para la tentación de prescindir de Dios.

Saber mirar. Ver (VI)

«Dickinson iba tejiendo otro tipo de épica, basada en  la gloria de lo pequeño, el misterio de lo cotidiano, la universalidad de lo doméstico y de lo privado, la insuperable incomprensibilidad de lo inmediato. Las cosas esenciales de la vida suceden a diario…ante las sucesivas generaciones de ojos que lo saben escrutar, que siempre han sido pocos, ya que se diría que hay que haber nacido con un don especial para saber ver y decir las cosas evidentes»

Juan Marqués en la presentación a

Emily Dickinson, El viento comenzó a mecer la hierba, Nordicalibros

«Inicio del Concilio». Recuerdos de Benedicto XVI

El Papa Juan XXIII había fijado para ese día el inicio del concilio con la intención de encomendar la gran asamblea eclesial que había convocado a la bondad maternal de María, y de anclar firmemente el trabajo del concilio en el misterio El Papa y los padres sinodales en la procesión de entrada a la basílica de Jesucristo. Fue emocionante ver entrar a los obispos procedentes de todo el mundo, de todos los pueblos y razas: era una imagen de la Iglesia de Jesucristo que abraza todo el mundo, en la que los pueblos de la tierra se saben unidos en su paz.

Fue un momento de extraordinaria expectación. Grandes cosas debían suceder. Los concilios anteriores habían sido convocados casi siempre para una cuestión concreta a la que debían responder. Esta vez no había un problema particular que resolver. Pero precisamente por esto aleteaba en el aire un sentido de expectativa general: el cristianismo, que había construido y plasmado el mundo occidental, parecía perder cada vez más su fuerza creativa. Se le veía cansado y daba la impresión de que el futuro era decidido por otros poderes espirituales. El sentido de esta pérdida del presente por parte del cristianismo, y de la tarea que ello comportaba, se compendiaba bien en la palabra “aggiornamento” (actualización). El cristianismo debe estar en el presente para poder forjar el futuro. Para que pudiera volver a ser una fuerza que moldeara el futuro, Juan XXIII había convocado el concilio sin indicarle problemas o programas concretos. Esta fue la grandeza y al mismo tiempo la dificultad del cometido que se presentaba a la asamblea eclesial.

Benedicto XVI, Recuerdos del Concilio

Plena actualidad del Concilio Vaticano II

Hoy, 11 de octubre de 2012, la Iglesia celebra el 50 aniversario de la celebración del Concilio Vaticano II.
No cabe duda de que a partir de éste, la Iglesia no volvió a ser la misma. El concilio supuso una renovación interior, un deseo de búsqueda de los «signos de los tiempos», un hacerse más presente en las realidades del mundo; la conciencia de una Iglesia formada por diferentes ministerios y carismas unidos todos en una misma comunión y misión; un compromiso con la realidad humana; una renovación litúrgica, etc.
Como muchos dicen, el CV II fue un nuevo «pentecostés» que trajo grandes ilusiones y esperanzas.
Aunque muchos pensarán que tras 50 años ya está anticuado, sin embargo, habría que leer muy bien los diferentes documentos del Concilio para darse cuenta de la plena actualidad que tienen en nuestra sociedad, y sólo ahora estamos «empezando a descubrir» el sentido de todos ellos.
Momento de alegría y acción de gracias en toda la Iglesia, porque además, con motivo de estos 50 años, comenzamos también el Año de la Fe.

Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia.

Gaudium et Spes 1

Jesús, evangelio y lugares solitarios

Los lugares solitarios del evangelio son en la naturaleza, en el monte, en el desierto. También a Jesús le gustaba hacer escapadas en barca, se retiraba de la orilla para introducirse en el interior del mar y tomar distancia de la tierra,  y así estar solo.

En nuestro mundo hay muchos lugares solitarios, silenciosos o sonoros: la orilla del mar con el ritmo de sus ruidos; el silencio plateado de la nieve en invierno; el monte en primavera con los pájaros enamorándose; las riveras de los ríos en invierno ensordeciendo los oídos; la alameda en otoño, hojas que se levantan y chocan sin silencio. Y unos más frecuentes para la vida corriente de la ciudad: la mesa de trabajo con los ruidos del teclado o sin ellos, papeles anotados y en la estantería un montón de recuerdos; el parque al amanecer; la cocina con sus aromas y sabores; la calle de madrugada al ir a trabajar; la soledad del coche envuelta en los ruidos de la ciudad; y el instante de uno solo en el vagón del tren. Todos pueden ser lugares solitarios, ruidosos o no, pero lugares para que fluya el silencio en Dios guardado en el corazón.

Lugares solitarios que faciliten la actitud de retirada del mundo para llegar a la profundidad del contacto con Dios desde lo más íntimo de uno mismo, con la esperanza de que la bondad de Dios abrase el corazón.

Busquemos, como Jesús, el lugar solitario para intentar entrar en la Presencia, y así recibir vida para vivir con la libertad de Jesús practicada por  María, su madre.

Isabel Cano en su blog Orar con una Palabra

Siempre junto a ti

A veces lo más sencillo puede darle sentido a muchas cosas.

SIEMPRE JUNTO A TI

Cuando estés cansado, yo te ayudaré.
Cuando todos huyan, yo me quedaré.
Juntos en la vida, juntos en la cruz,
siempre junto a tí, Jesús.

Clavarán tus brazos, clavarán tus pies.
Yo estaré a tu lado, te acompañaré.
Te daré mis manos y mi ciorazón,
te daré todo mi amor.

No hay otra manera, no hay ninguna opción.
Ese es el camino de la salvación.
Al morir por otros, siempre vivirás,
Dios te resucitará.

Cuando estés cansado, yo te ayudaré.
Cuando todos huyan, yo me quedaré.
Juntos en la vida, juntos en la cruz,
siempre junto a tí, Jesús.

Clavarán tus brazos, clavarán tus pies.
Yo estaré a tu lado, te acompañaré.
Juntos en la vida, juntos en la cruz,
siempre junto a tí, Jesús,
siempre junto a tí, Jesús.

Letra y música: Luis Guitarra

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La vida es sueño

Sus temores son nuestros temores, sus anhelos son nuestros anhelos, su lucha por sobrevivir en un mundo habitado por la incertidumbre es la nuestra. Sus palabras…se encuentran en nuestra alma y la engrandecen y serenan…

Nos admira, en definitiva, la capacidad del ser humano de dibujarse a sí mismo, de reconstruirse, a través del pensamiento, de la inteligencia, de la comprensión de lo humano, de la búsqueda de la verdad, ora en la ficción, ora en la realidad.
 
Helena Pimenta, directora de la versión de La vida es sueño,  de Calderón de la Barca, CNTC 2012